Mano a Mano

La niña que nació en el abismo y llegó a la cima

lunes, 26 de septiembre de 2022 · 09:25

Unitarios y federales. Hegemonía del partido liberal, centralismo porteño, guerra con Paraguay, guerra civil. La civilización de la “sociedad culta, rica, inteligente, probritánica, poderosa” versus la “barbarie de los pueblos del interior y sus caudillos federales”.

Tiempos violentos, en que la grieta era un abismo profundo donde habitaba La Parca y su ejército implacable. Entre 1866 y 1867 tuvo lugar la revolución de los colorados, pueblos del interior sublevados al gobierno central de Bartolomé Mitre.

Los rebeldes lograron controlar cuatro provincias y contaban con el respaldo de Córdoba, cuyo gobernador Mateo Luque era federal. Luque no se animó a unirse, cuentan los historiadores y jugó a favor de Mitre. No tuvo premio, lo remplazaron en su cargo por un liberal y aniquilaron el partido federal.

De esa “revolución”, lo que más se recuerda es la lucha de Felipe Varela, un “Quijote” para algunos, un salvaje para otros que lo inmortalizaron de manera distinta.  Según el poema de Juan Alfonso Carrizo: “De Chile llegó Varela, / y vino a su Patria hermosa. / Aquí ha de morir peleando / por el Chacho Peñaloza.”

Según la zamba de José Ríos: “Galopa en el horizonte, / tras muerte y polvaderal; / porque Felipe Varela / matando llega y se va.”

Las grietas y los abismos de nuestra historia. Esa que nos contaron siempre a medias, con la mirada sesgada de los que ganaron y acomodaron a su gusto y placer las huellas de la memoria.

En ese escenario de luchas sin cuartel y con cuartel, nació una niña a orillas del Río y en el centro estratégico del denominado Camino Real, la vía que unía el puerto de Buenos Aires con el Alto Perú.

La fecha de su fundación quedó establecida el 27 de septiembre de 1867, hay documentos que la ubican un año antes (ver nota de Jesús Chirino en la edición de ayer).

El padre de la Villa denominada María, fue el integrante de una familia relacionada con el poder político y económico de la época. Nacido en Buenos Aires en 1933, Manuel Anselmo Ocampo participó en las batallas contra la Confederación Argentina. Luchó contra las tropas federales en la batalla de Pavón.  En 1861 compró la Estancia del Paso de Ferreyra, una de las postas del Camino Real.

Lo más probable, por no decir seguro, es que Ocampo tuviera claro el negocio inmobiliario que significaba comprar tierras en el lugar donde se iba a construir el Ferrocarril.

 

La capital de la barbarie

Años después, el abismo entre el centralismo y el interior apareció en escena con un presidente provinciano. Vaya paradoja.

En septiembre de 1871, un proyecto de dos diputados nacionales propone establecer la capital del país en una zona delimitada en las inmediaciones de Villa María y Villa Nueva. La ciudad elegida llevaría el nombre de Rivadavia.

“El 19 de septiembre de 1871 quedó sancionado como ley por el Congreso de la Nación. En sus primeros artículos se estableció la federalización del punto geográfico denominado Villa María. También quedó establecido que se demarcaría un área cuadrada de 26 kilómetros por costado, cuyos límites serían fijados por una comisión compuesta por legisladores y el ministro del Interior.”

¿Qué hubiera pasado si se llevaba a cabo? No seríamos Villa María, ni Villa Nueva, ni una región.

Pero, el presidente Sarmiento vetó la ley con una expresión bien discriminatoria, típica de nuestro karma.

Llevar a hombres tan cultos, tan poderosos, tan prominentes al “campo, sin una residencia adecuada” y a merced de vaya a saber qué peligro, era una locura para el padre de las aulas.

“Sin residencia adecuada”, fuerte la frase. Típica de la monarquía. Los reyes deben vivir en palacios o en hoteles de lujo. Lejos de la plebe que debía conformarse con estar en la “pampa y en la vía”.

Era el siglo XIX.

 

La plebe se convirtió en reina

Los visionarios del siglo XIX no lograron ver, parece, los atributos del “bárbaro desierto interior”. Nuestra región se convirtió, con sus aciertos y errores, en un reinado de la producción lechera y agroexportadora.

Villa María, desde hace muchos años, es una ciudad hermosa, inmersa en una región productiva, emprendedora, con fuerte apuesta al futuro. Hay diferencias, por supuesto.

Hay debate, por supuesto. Hay ambiciones políticas, por supuesto. Es normal. Hay personas con reclamos y exigencias, por supuesto. Hay necesidades, por supuesto.

Pero, si miramos el todo y hacemos un balance, Villa María y su región tienen un potencial enorme en el presente y en el futuro.

Hay diferencias políticas, bienvenidas. De la diversidad de miradas, surgen las mejores propuestas.

Tenemos instituciones con fortaleza, con impulso, con ideas. Tenemos pymes audaces, con garras, tenemos trabajadores incansables, tenemos conocimiento, tenemos espíritu de lucha y amor por nuestra tierra.

Podrán decir que soy optimista y exagerada con nuestros valores. Tal vez, tengan razón.

A mi favor, les cuento que nací en esta ciudad, aquí reí, aquí lloré, aquí tuve mis hijas, aquí perdí a seres queridos, aquí viví tiempos de vacas gordas y tiempos de vacas anémicas.

Aquí, en este lugar del centro del país, tengo mis mejores amigos y amigas, tengo mis mejores recuerdos, tuve mis mejores maestros y maestras, tuve mis grandes amores y mis grandes desamores.

Aquí, en este hermoso lugar del centro del país, acuné mis sueños, sembré mis esperanzas, luché junto a mis compañeros y compañeras de El Diario. Aquí cursé mis estudios, aquí fui docente, aquí enseñé y aquí aprendí.

Seguramente, piensan que hice personal esta nota. Y tienen razón.

 

Orgullo cordobés

Me salí del libreto, porque en este aniversario de Villa María, necesitaba apelar al orgullo cordobés.

Córdoba ha sido muy atacada, en los últimos años, por su inclinación hacia lo “amarillo”. Sin embargo, desde 1999 tiene un gobierno de alianzas con sello principal en el peronismo. Lo que se llamó “peronismo cordobés”.

En estos últimos 23 años, hubo una administración bastante respetuosa con los intendentes de distintos sellos partidarios.

En la provincia siguen vigentes los dos partidos tradicionales, con sus variantes: el peronismo y el radicalismo.

Hoy, si miramos las internas, todo gira en lo mismo. Rodrigo de Loredo (UCR) versus Luis Juez (PJ original) unidos o separados en Juntos.

Juan Schiaretti, haciendo malabarismos entre su pertenencia y lo que esperan de él sus votantes que lo eligieron con un gran respaldo.

Natalia de la Sota, en un acto junto a Martín Gill del Frente de Todos.

Darío Capitani zafando de la lucha entre halcones y buscando un lugar entre las palomas.

El radicalismo local observando si volverán las oscuras golondrinas.

Córdoba es única. Es una provincia que se balancea en el Péndulo de Foucault.  Y el gobernador lo sabe y actúa en consecuencia.

Villa María y la región no puede estar al margen de lo que viene. Villa María y la región, hoy, se merecen un lugar privilegiado en el concierto provincial y nacional.

Por su historia, por sus potenciales, por su producción, por su aporte, por su resistencia, por su gente.

Feliz aniversario mi ciudad, nuestra ciudad y nuestra región.

Orgullo cordobés.

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