Olvido, decepción, odio y esperanza
Estamos a pocos días de elegir un nuevo presidente, de honrar la democracia. Sentada frente a la pantalla de la computadora, intento encontrar las letras para hilvanar palabras. Debo confesar que no me resulta fácil. Podría escribir sobre lo mil veces repetido: lucha de clases, antagonismo, opresores, oprimidos, víctimas, verdugos, neoliberalismo, populismo.
Podría bucear en nuestra historia y recordar los momentos vividos, las alegrías, las tristezas, las ganancias, las pérdidas, las crisis, las recuperaciones y nuevamente las crisis.
Sin embargo, me encuentro intentando nadar en un mundo líquido y descubro que no sé nada nadar bien. Leo una definición del sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman, que dijo: “La tendencia a olvidar y la vertiginosa velocidad del olvido son, para desventura nuestra, marcas aparentemente indelebles de la cultura moderna líquida.”
Me quedó pensando en esa apreciación: la vertiginosa velocidad del olvido.
Sí, el olvido es una de las piezas presentes en este tablero, por así decirlo, tan encasillado en fuegos cruzados.
“Por culpa de esa adversidad (la tendencia a olvidar), tendemos a ir dando tumbos, tropezando con una explosión de ira popular tras otra, reaccionando nerviosa y mecánicamente a cada una por separado, según se presentan, en vez de intentar afrontar en serio las cuestiones que revelan”, resaltó Bauman.
Tal vez sea una explicación de las repeticiones de la historia que arrastramos hace años y no logramos resolver. Tal vez, sea una parte de este transitar entre grietas que nos cuesta reparar.
¿Por qué las democracias están en crisis en el mundo? En una entrevista realizada a Bauman en 2016 (publicada en el diario El País de Madrid), el filósofo y sociólogo indicó: “Lo que está pasando ahora, lo que podemos llamar la crisis de la democracia, es el colapso de la confianza. La creencia de que los líderes no solo son corruptos o estúpidos, sino que son incapaces. Para actuar se necesita poder: ser capaz de hacer cosas; y se necesita política: la habilidad de decidir qué cosas tienen que hacerse.”
El mundo está en peligro y, si bien estamos en la globalización, “las políticas son tan locales como antes”, agregó Bauman.
Estas elecciones que vamos a tener en pocos días son muy importantes, no es una decisión más que podamos tomar con liviandad. Nuestra responsabilidad como ciudadanos es fundamental.
“Están ocurriendo cosas muy peligrosas”
Buscando entre los archivos, para tratar de entender con mayor claridad este escenario tan peculiar, encontré las palabras del filósofo y politólogo Avram Noam Chomsky.
“Debemos mirar el mundo con sensatez, sin ilusiones, comprenderlo, decidir cómo actuar y reconocer la existencia de presagios desalentadores. Están ocurriendo cosas muy peligrosas. Eso es pesimismo intelectual. Al mismo tiempo, tenemos que reconocer que hay salidas, oportunidades reales.”
Comprender al mundo y sus presagios desalentadores, sugiere Chomsky. Sin duda, la decepción se ha instalado junto con los virus y las guerras que infectan la vida de la humanidad. Parte de la sociedad está presa del pesimismo, de la desilusión.
Otra de las piezas del tablero del momento que se suma a la del olvido.
Creer, como decía Bauman, que todos los políticos son iguales, que no cumplen lo que prometen. Esas son cosas muy peligrosas. Los problemas se resuelven desde la política, no de la anarquía ni del sálvese quien pueda.
Por supuesto que hay políticos que han generado esta crisis, pero no todos son iguales.
De nosotros depende poder diferenciarlos.
Chomsky habla del optimismo de la voluntad. De aprovechar todas las oportunidades disponibles “mientras trabajamos para superar los síntomas malsanos y avanzar hacia un mundo más justo y decente”.
Hace un llamado a mirar el mundo, la gente que lucha en circunstancias muy difíciles, mucho más difíciles que las que estamos viviendo en este hermoso país.
Invita a creer en la esperanza y trabajar por un mundo mejor. “No hay mucho donde escoger, así que deberíamos ser capaces de escoger fácilmente”, remarcó el filósofo estadounidense.
No hay mucho para elegir si queremos intentar un mundo mejor.
“Debemos luchar contra el odio”
En esta maratón de lecturas que hice para tratar de hilvanar una breve reflexión que ponga algo de luz, para honrar la democracia, encontré una exposición del escritor y político checo Václav Havel, cuyo discurso del odio hecho en 1990, en Oslo, ya traté en uno de mis suplementos.
El tercer elemento de nuestro tablero, junto al olvido y la decepción (pesimismo), es el odio.
“El odio es la característica diabólica del ángel caído: es un estado del alma que anhela ser Dios e, incluso, cree serlo, pero se siente permanentemente atormentada por las insinuaciones de que no lo es o no puede serlo”, expresó el expresidente checo en una conferencia realizada en Noruega el 29 de agosto de 1990. “Debemos luchar enérgicamente contra cualquiera de los posibles gérmenes del odio colectivo”, indicó. Si bien él se vale de su experiencia como disidente del régimen comunista de su país, su discurso abarca las consecuencias del odio en todos los sentidos: racial, religioso, por la condición social, etc. Una situación que se extiende en el mundo.
De esa exposición rescato la leyenda del final: “Los hindúes tienen una fábula sobre el pájaro mítico Bhérunda. Es un pájaro con un cuerpo, pero con dos cuellos, dos cabezas y dos conciencias independientes. A raíz de la continua convivencia, las dos cabezas empezaron a odiarse y decidieron hacerse daño entre sí, por lo que empezaron a tragar piedras y veneno. El resultado es evidente: el pájaro Bhérunda empieza a tener espasmos y muere gimiendo en voz alta. Krishna, con su misericordia ilimitada, lo resucita para que recuerde siempre a los hombres cuál es el final de cualquier odio. Jamás consume solo al odiado, sino siempre y a la vez -y puede que con más fuerza- al que odia.”
Y concluye: “Deberíamos recordar esta fábula diariamente: si una de ellas se deja vencer por la tentación de odiar a la otra, todos terminaremos como el pájaro Bhérunda. Con la diferencia de que, en esta tierra, difícilmente encontraremos a un Krishna que nos libere de nuestro infortunio.”
Estamos a pocos días de elegir un nuevo presidente, de honrar la democracia. Intentemos ir a las urnas con conciencia ciudadana, con responsabilidad, con memoria, con esperanza y sin odio. Porque, en la Tierra, difícilmente encontremos un Krishna.
La salvación está en nuestras decisiones y en nuestra responsabilidad cívica.