Esteban Ancarani, médico cirujano, traumatólogo y ortopedista villamariense, habló de su trayectoria en la profesión a más de 50 años de ejercerla
“Hay que volver a la medicina empática y más humana”
El profesional de la salud habló un poco de su trabajo, haciendo foco en lo que se ha ido perdiendo respecto a la relación médico-paciente, en la importancia del examen clínico y del acercamiento mutuo, que para él es fundamental para un mejor resultado del tratamiento de las patologíasEsteban Ancarani es un reconocido médico cirujano, traumatólogo y ortopedista local, que estudió la carrera en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), donde comenzó a ejercer, en sus primeros años, en el Hospital de Niños y en el Hospital de Urgencia, para luego regresar a ejercerla en su ciudad natal, Villa María, donde ha trabajado desde ese entonces, además de casarse, ser padre y tener una vida y profesión de las que se siente por demás satisfecho. Sus hermanos también son médicos. No así sus siete hijos, que tomaron otro camino.
La traumatología y la ortopedia son su especialidad, además de ser médico cirujano. Sin embargo, también es un prolífico escritor, aficionado, que bien podría serlo profesionalmente, y ha escrito innumerables relatos (de gran calidad, puede atestiguar este periodista), además de tener un importante acercamiento con el quehacer político. De hecho, el año pasado fue candidato a diputado nacional por Encuentro Vecinal Córdoba, y ha tenido otras candidaturas, como cuando fue candidato a concejal y a tribuno de cuentas y otros acercamientos con el universo de la política.
Hay que decir que donde mejor se siente es en el consultorio, siendo médico, curando a la gente de sus padecimientos. En su momento, fue director del viejo Hospital Pasteur (en su gestión se armó la primera gremial médica), además de docente en la Universidad Nacional de Villa María, y ahora dirige el departamento de residencias en la Clínica de Especialidades. Y fue sobre la medicina y la visión humana que tiene de ella por lo que me senté a charlar con él, sentando posición sobre los cambios que el profesional de la Salud ha enfrentado en los últimos años con el avance de la tecnología, que aunque sin lugar a dudas ayuda muchísimo, igual ha provocado en su opinión un cierto alejamiento de la visión más humana, de ese acercamiento entre el médico y paciente, y viceversa.
-Esteban, ¿cómo ha sido convivir durante tantos años con el dolor ajeno? Tu profesión, y específicamente tu especialidad, está muy ligada al dolor crónico. Hoy en día, ¿se ve más que nunca? ¿Qué tanto tiene que ver el estrés?
-En el caso de las contracturas yo siempre explico que hay un reflejo de alarma o alerta, que lo tienen todos los animales, y nosotros lo somos, aunque racionales. Esa alerta es un movimiento totalmente involuntario. La contractura en todos los músculos paravertebrales, que en sí es una sola en un cuerpo, se da en una situación de estrés sostenida, donde se acumula ácido láctico, que es lo normal. Esto es lo que genera el calambre en los deportistas, y también se genera un dolor que a veces es insoportable. Nosotros en las noches deberíamos de dormir y relajarnos, olvidando las preocupaciones diarias. Pero cuando no hay un sueño eficaz, uno enfrenta un nuevo día forzando más el cuerpo y los puntos donde estamos acumulando ese estrés.
-¿Acaso la vida tan intensa que llevamos hoy, está provocando que las lesiones musculares y traumatológicas se estén incrementando?
-Sí, claro. El tema es que la gente acude al médico y no hay soluciones mágicas. El médico debe de investigar más allá de lo que ve en el consultorio o del diagnóstico clínico. Debes saber cómo es la vida del paciente, su personalidad, cómo vive, cómo duerme, en qué piensa, de qué se preocupa. Y ahí se da un mejor diagnóstico, que siempre será más fácil y preciso con los estudios, como una radiografía, una resonancia, etc. El estudio siempre da un resultado. Y ahí lo que se recomienda es dar un medicamento. Pero esto no es solo una inflamación, y no resuelve el problema. Así, se la pasan de médico en médico. Y a veces, con un simple ansiolítico, se resuelve el problema, porque lo que pasa muchas veces con el dolor es que es producto del estrés, y de simplemente, no descansar como se debe. Es muy frecuente que pase.
-Entonces, ¿este tipo de casos se ven más?
-Tal cual. La sociedad nos exige cada vez más. Todos tenemos problemas, y algunos les buscan una muletilla. Antes estaba la parte religiosa, que se ha ido perdiendo, y se buscan sucedáneos. Yo soy de la opinión de que hay que luchar siempre para modificar las condiciones que nos agreden, pero si uno no las puede modificar, hay que sacarlas de la vida de uno, de tajo. No hay que luchar contra molinos de viento. En mi consulta hablo de esta forma. Por eso, es importante saber más del paciente. Cómo es su vida, en qué trabaja, cómo es la familia… Un traumatismo simple es fácil, pero cuando hablamos de un dolor, que no es preciso, que no sabemos cómo surgió, si no se hace un interrogatorio pleno al paciente, una revisión clínica total, y lo dejamos solo a los estudios tecnológicos, no se resuelve el problema.
-¿Significa que cada vez la medicina depende más de la tecnología y menos de lo humano, no solo del médico y su diagnóstico clínico, sino del acercamiento con el paciente como era antaño?
-Mirá, yo tengo muchos pacientes que han ido a otros médicos y me dicen que ni los tocaron. Los ven y los mandan directamente a hacerse un estudio. Hay dos vertientes que se desprenden de una consulta rápida. Una, es el sistema de salud mismo, que te obliga a acelerar los tiempos, y el paciente no tiene el acceso a las especialidades, porque hay carencia de estas. Hay cada vez menos residentes para cursar las especialidades. Precisamente, en julio dimos reinicio en la Clínica de Especialidades a la reapertura de la residencia intrapatológica, que se suspendieron en 2024, y ahora me convocaron para reorganizarlas. Hoy somos uno de los 40 que hay en la provincia. Hoy somos seis médicos docentes y una residencia. Y la idea es formar en la medicina empática, aquella que revisa al paciente en la consulta, y les estudia lo mejor posible, dando énfasis a lo humano.
-¿Es cierto que los estudios basados en las nuevas tecnologías, como lo puede ser una ecografía o una resonancia, tienen falsos negativos y/o positivos en un 20%?
-Así es. Por eso, es importante que el médico revise bien al paciente, y no automáticamente lo envíe a hacerse un estudio que es carísimo. Ahora viene una persona, un deportista con una lesión, y él mismo te pide casi de inmediato que le envíes a hacerse un estudio, y muchos médicos lo piensan así. El tema es que hay fallas, sobre todo de la interpretación que algunos hacen de esos estudios. Y estos no te van a decir todo, porque tienen dos factores, sensibilidad y especificidad, que se refieren a que me pueden mostrar algo que no hay, o dejar de mostrar algo que está y no lo refiere. Es decir, las imágenes que la máquina reproduce pueden dar falsos negativos y falsos positivos, como una rotura de menisco que está sano, o al revés, y acá estamos hablando de que en medio está una posible cirugía o no. Si eso no se entronca con un examen profundo y un seguimiento, se tiene algunos fracasos, que se descubren tras la confrontación entre los operados y la información de los estudios. Ha ido disminuyendo el margen de error, pero sigue siendo alto.
-¿Esto se da porque se ha vuelto más fría y lejana la relación entre el médico y el paciente? ¿Y al revés?
-Sin duda. Al paciente hay que examinarlo bien, y evaluarlo en la consulta. No solo en el interrogatorio, hay que tocarlo, moverlo, lo que no dará un diagnóstico presuntivo. Yo he sido un médico todoterreno. Operar, opera cualquiera, pero cuando llegué a Villa María, hace 45 años, a trabajar en esto, los únicos estudios que tenía a mano tenía eran las radiografías, ni siquiera ecografías. Así que cuando venía alguien con una lesión, por ejemplo, de columna, yo lo operaba solo con el diagnóstico clínico. Eso lo apliqué siempre, hasta el día de hoy. Yo no puedo operar si no tengo la certeza, y a esta la da el diagnóstico clínico. Claro, también pido los estudios, pero después, como un complementario. Hay muchas afecciones, incluso, que no salen en ningún tipo de estudio.
-¿Por qué se ha obviado el diagnóstico clínico?
-A ver, la tecnología es muy importante, no hay que menospreciarla, pero utilizada con criterio. Hoy, hay pacientes que te imponen los estudios que creen que hay que hacerles. Te piden una resonancia como si pidieran un chocolate en el kiosco. Incluso, cuando veo alguna lesión de la que tengo la certeza a través de la revisión física que le hago, se enojan que se las diga, claro, si esa certeza no es producto de un estudio. La gente no entiende, además, que la salud es muy costosa, y esa tendencia de pedir estudios por cualquier cosa también ha desfinanciado a la salud pública y a las obras sociales, sin duda. Yo crecí a la par de una población a la que le decían que la salud y la educación eran gratuitas, pero eso no es tan así, alguien lo tiene que pagar, sea un privado o el Estado, y este somos todos.
-Sin embargo, en Villa María ha crecido mucho el sector de salud, público y privado.
-Sí, acá se ha concentrado la parte pública regionalmente. Antes, igual, algunos pueblos tenían sus clínicas, y ahora se han quedado con ellas y sin médicos, y eso es un problema grave. La medicina está en crisis, en Argentina y en el mundo. Nosotros hemos tenido un Estado benefactor. Yo soy producto de la educación pública y la agradezco. Y debe continuar. Igual que la salud pública, pero aplicando de manera correcta y con criterio que han sido escritas hace mucho.
-¿Y qué pensás del desfinanciamiento de la educación y salud públicas que viene implementando Gobierno nacional?
-Yo, a nivel nacional, no sé, lo que veo a nivel provincial, a través del Apross, es que hay una redistribución de recursos. Sé que los directores de hospitales tienen mayor autonomía financiera, ya que antes para hacer cualquier inversión había que hacer el legajo y carpeta, lo que lleva tiempo y mucha burocracia. Sobre la provisión de prótesis yo no he visto que haya habido inconveniente. Ahora nos estamos enterando de los recortes del PAMI a nivel nacional, y habrá que ver cómo sigue eso. No lo comparto, claro.
-Por último, ¿has estado en la medicina pública y privada? Incuso estuviste dentro de la gestión de la salud pública, ¿qué te deja todo eso?
-Cuando fui director del Pasteur, que la verdad no lo quería ser (igual lo disfruté y pude hacer algunas mejoras), pero así se dieron las cosas, porque lo que más he querido ser es médico traumatólogo. Me di cuenta de que teníamos las mejores leyes de salud pública, en el papel. En general, en este país siempre ha sido así, todo ha estado legislado, pero en la práctica, llevarlo a la gestión, no es fácil. Lo que sí te puedo decir es que yo no soy un sanitarista, yo soy un médico asistencial. Y no me arrepiento de nada, seguiré estando cerca del paciente, dándole prioridad a él y al diagnóstico clínico. Obviamente, la tecnología es muy bienvenida, pero como complementario, un apoyo importante.