El presidente encabezó la reunión del equipo en Casa Rosada

Milei renovó las caras y pidió avanzar con temas centrales

Presupuesto, Reformas Laboral e Impositiva y Código Penal son los objetivos del Gobierno: estuvieron los debutantes Quirno (Cancillería), Adorni (jefe de Gabinete) y Santilli (ministro del Interior)
martes, 4 de noviembre de 2025 · 08:30

Milei relanzó su gabinete en medio de internas, recambios y una gestión difusa. El presidente encabezó en Casa Rosada la primera reunión con su nuevo gabinete. Lo hizo con un discurso de aparente unidad -“a trabajar entre todos, con todos”- y una lista de prioridades que busca instalar para las sesiones extraordinarias de diciembre: Presupuesto 2026, reforma laboral, reforma impositiva y endurecimiento del Código Penal. El mensaje, sin embargo, tuvo más de gesto hacia adentro que de proyección hacia adelante. La foto de equipo difundida por Presidencia intentó transmitir fortaleza, pero fue la postal de un gobierno convulsionado por las internas y por los recambios constantes que siguen marcando su gestión.

 

Un gabinete en constante mutación

Milei presentó oficialmente a los nuevos integrantes de su equipo: Manuel Adorni como jefe de Gabinete (cargo que asumirá formalmente esta semana), Pablo Quirno en Cancillería y Diego Santilli en el Ministerio del Interior. Detrás de los nombres, el trasfondo político fue evidente: el desplazamiento de Guillermo Francos y el creciente poder de Karina Milei, que se consolida como la figura más influyente del entorno presidencial, junto a sus aliados, los primos “Lule” y Martín Menem.

Santiago Caputo, otrora hombre fuerte del armado libertario, quedó relegado, aunque Milei lo abrazó efusivamente frente a cámaras en un gesto que buscó mostrar cercanía. Un intento de contener heridas que no cicatrizan.

 

Internas y gestos calculados

En los pasillos se habló más de política que de gestión. La interna entre los equipos de Karina Milei y Caputo domina el clima en la Casa Rosada y explica parte del permanente reacomodamiento de piezas.

El presidente pidió a sus ministros “sumar voluntades” para avanzar en los proyectos que, según dijo, serán clave para la segunda etapa de su gobierno. Pero más allá de la arenga, las dudas sobre la capacidad de articulación son evidentes: el oficialismo no cuenta con mayoría parlamentaria y las reformas prometidas enfrentan resistencias tanto políticas como sociales.

 

Un equipo que no logra consolidarse

Adorni, en su rol de vocero y flamante jefe de Gabinete, escribió en X: “Gran equipo, gran momento. Dios bendiga a la República Argentina. Fin”. El presidente de Diputados, Martín Menem, habló de un “equipo fortalecido”. Sin embargo, la realidad desmiente esas frases optimistas.

En la mesa estuvieron casi todos los funcionarios de peso: el presidente del Banco Central, Santiago Bausili; la secretaria Legal y Técnica, María Ibarzábal Murphy; y los ministros Patricia Bullrich y Mariano Cúneo Libarona, quienes detallaron el proyecto de reforma del Código Penal. El único ausente fue Federico Sturzenegger, de viaje en España.

 

Reformas y promesas en el aire

El flamante ministro del Interior, Diego Santilli, confirmó luego del encuentro que el presidente le pidió avanzar con las reformas “que nos comprometimos en campaña”. Habló de la “modernización laboral”, la baja de impuestos y la actualización del Código Penal. También señaló que ya contactó a “muchos gobernadores”, aunque descartó incluir en el diálogo al bonaerense Axel Kicillof “por no compartir la visión del país”.

La Casa Rosada, que la semana pasada había reunido a 18 gobernadores y 2 vicegobernadores, busca ahora rearmar los canales de diálogo político para conseguir apoyo legislativo. Pero la tarea no será fácil. La reforma laboral asoma como el punto más conflictivo, incluso dentro del propio oficialismo. Hasta hace pocos días, cuando Francos todavía estaba en funciones, se hablaba de un borrador consensuado en el Consejo de Mayo. Ese esquema, con su salida, quedó en suspenso.

En cada aparición pública, Milei insiste en que el país está encaminado hacia una “segunda etapa” de su administración, marcada por la reactivación y las grandes reformas. Pero el tablero político muestra otra cosa: un gobierno que no logra estabilidad ni rumbo. Los cambios de nombres se repiten con una frecuencia que impide cualquier consolidación, mientras las promesas de crecimiento se diluyen entre las internas y la incertidumbre.

El mensaje de “trabajar entre todos” suena más como una necesidad de recomposición que como un proyecto colectivo. La gestión parece vivir en estado de permanente transición, sin lograr dar señales claras sobre hacia dónde se dirige el país.

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