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sábado, 16 de noviembre de 2019 · 10:24

La Justicia nació de la necesidad de mantener armonía entre los miembros de la sociedad. Pero en los días que corren, parece que sólo buscan armonía con quienes son los dueños del dinero.

¿Cómo explicar lo sucedido? Me vendió, nunca realizó la transferencia correspondiente y no alcanzando con esto, hoy me acusa y me lleva a la Justicia diciendo que tomé algo que es mío.

Esta historia se remite a finales de los años 90, más precisamente en 1999, cuando actuando con la total confianza compré una propiedad a modo de inversión. Es bastante conocido que en aquel momento se vivía una gran desocupación y este fenómeno no me fue ajeno.

Habiendo perdido mi trabajo en el videoclub, contaba con el dinero obtenido de la indemnización y adoleciendo del conocimiento acerca del proceso administrativo correspondiente compré una propiedad a modo de inversión, para que no perdiera poder adquisitivo el dinero.

En aquel momento el dueño de la propiedad, E.B., me advirtió que el departamento se encontraba alquilado, pero bien se fueran los inquilinos, yo podría tomar la posesión y de esa forma convertirlo en mi vivienda.

Entonces, la compra se desarrolló con la mayor naturalidad, deposité toda mi confianza, ya que E.B. siempre fue muy amable y cordial, además que siempre mantuvimos una comunicación muy fluida. Pero, claro está, que adolecía de los conocimientos administrativos necesarios al momento de comprar una propiedad.

Hecho que debe ser muy similar para cualquier trabajador como yo, que seguramente tendremos la posibilidad una sola vez en la vida de tener una casa propia.

Mientras tanto y viendo que el período se hacía largo y distante, ya que E.B. aducía que los inquilinos no desocupaban y que él no siempre hacía los contratos de arrendamiento como corresponde, tampoco los podía sacar del lugar. Por lo que en ese momento me ofreció que pudiera ir dejando mis pertenencias en un salón ubicado en la planta baja del mismo inmueble, todo lo cual hasta tanto se desocupara el departamento que yo había comprado.

En primer momento llevé mis cosas y luego, ante la falta de trabajo continuo, decidí irme a vivir a ese salón con mi familia, la que se encontraba compuesta por mi pareja y mis dos hijas, y puse allí una cadetería. Entonces la propuesta había mejorado, ya que me dio la opción de comprar el salón. Después de un tiempo, cuando tuve que formalizar la situación en EPEC, le pedí el boleto de compra y venta y ante la carencia de la subdivisión del inmueble, me ofrece un contrato de alquiler para la realización del trámite.

Y así siguió la historia... en 2008, cuando por cuestiones de tramitación del negocio en el municipio necesitamos actualizar la información, le solicitamos que nos transfiriera la propiedad y nuevamente nos ofreció un contrato de alquiler, para resolver la inmediatez.

Pasado el tiempo y sin ver que se concretase la entrega del departamento que adquirí, le pedí por favor que nos proporcione una vivienda, de mi parte yo había cumplido con la compra. Entonces, me propone que use la casa que estaba al lado del salón y yo, ante la situación de incomodidad que estábamos viviendo con mi familia, que para ese momento tenía seis integrantes, accedía rápidamente.

Y es así que en el año 2012 me hace entrega de la vivienda, en un estado sumamente deteriorado, y luego de un tiempo me pedía que firmara un nuevo contrato de alquiler, hecho del cual me negué porque entendía que era mía, a cambio del departamento que jamás me había sido puesto a disposición. Ahora bien, el 12 de junio de 2016 me envía carta documento en la cual me pedía que pague el alquiler adeudado y que deje la propiedad. Pero, ¿no resulta extraño que habiendo transcurrido tantos años, recién en ese momento decidiera cobrarme un alquiler? ¿Acaso la crisis que se vive en estos días los convierte a los pícaros en más pícaros? Pues... si no fuera mía, ¿porqué me esperaron tantos años para cobrarme?

Pero esta historia no concluye aquí. Realiza una denuncia en el Poder Judicial, bajo la carátula de usurpación a mí y a mi pareja, dejándonos en una situación de completa desprotección. Pero aún más llamativa es la rapidez con la que la causa va desarrollándose. Claro está que cuando la Justicia actúa para los ricos, lo hace con mayor rapidez que para los trabajadores.

Hoy me encuentro acusado de usurpador por aquel empresario conocido que me engañó, estafó y ahora me quiere despojar de todo lo mía. Yo, Pablo Martín Canelo, tengo una familia compuesta por siete personas, con niños de edades escolares que se van a quedar sin su casa por el capricho de los dueños del dinero que actúan en complicidad con los dueños del poder.

Pablo Martín Canelo
DNI 24.108.369

 

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