Cartas - Opiniones - Debates - La pandemia, tema recurrente

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miércoles, 28 de octubre de 2020 · 08:00

Hasta siempre, Lela

Una vez leí que un día, cuando Bioy caminaba por las calles de Buenos Aires, un quiosquero de diarios le dijo que Borges, su amigo, había muerto en Ginebra. Después de la noticia, siguió caminando, dio sus primeros pasos, preguntándose cómo sería el mundo sin Borges.

Estas son las primeras horas en un mundo sin Pirucha. Y les aseguro que es mucho peor; que si hubiese más Piruchas en este mundo, todo sería mejor. Allí no habría lugar para la maldad, la envidia, el egoísmo, la trampa ni mucho menos para el resentimiento. Allí sería puro amor y todo se perdonaría. En ese mundo, a las 8 de la noche, se rezaría el Rosario para que los otros, no uno, estén bien. Ese mundo estaría repleto de estampitas y se prenderían velitas todo el tiempo por la salud de todos y hasta para que un nieto rinda bien un final de una materia de la facultad. En ese mundo los teléfonos se usarían para llamar a todo el mundo para preguntar, simplemente, “¿cómo estás?”.

Se fue Pirucha, así que la despido con el corazón en la mano, agradecido a la vida por haber podido disfrutarla 32 años y porque pudo conocer a mi hijo. Pirucha, tu nieto, el primero, como te gustaba decirme, te despide con el orgullo de que hayas sido su abuela y con todo su amor.

 

Hasta siempre, Lelo

Nació casi de forma milagrosa en un campo en el medio de la Pampa Gringa. En tiempos donde encontrar un médico era un milagro, necesitó de dos para nacer con vida. Trabajó la tierra desde chico. Anduvo en sulky por ripios de tierra con la Luna como única guía en la oscura noche. De ella aprendió que cuando negra, mejor no emprender mucho. Una noche, vio la luz mala que corría zigzagueante hasta donde él estaba.

A temprana edad partió a la gran ciudad, dejando a sus padres porque quería ser alguien en la vida. Terminó el secundario. Hizo el servicio militar. Tuvo que usar una boina y un casco especial porque el que le entraba los demás, a él no. Luego estudió magisterio. A los 20 ya estaba al frente de una clase. Volvió a donde nació. Fue arquero de fútbol. Una tarde muy fría, en un clásico, en la entrada en calor, se excedió con los tragos de un aperitivo y salió a cortar un centro que se le clavó en el medio del arco.

Vivió en la escuela donde trabajaba. Cultivando a mano un pequeño campo prestado en sus ratos fuera del aula, se pudo hacer su casa. Fue papá. Fue como el papá de tantos y tantos niños. Fue el señor director. Fue mito, fue hombre en un pedestal. Docente, ejemplo, objeto de admiración de generaciones enteras. Fue presidente del club del pueblo. Fue empresario. Fue abuelo. Viajó 70 veces a las Termas. Viajó al mundo. Fue a Italia y recorrió el Piamonte y la Toscana en auto. Llegó al pueblo donde habían nacido sus abuelos y encontró la casa de su nona intacta.

Conoció a una viejita quien resultó ser la persona que le escribía y le leía las cartas al hermano de su nona que, luego de cruzar el Atlántico, él leía y contestaba. Fue a Roma. Tiró una moneda en la Fontana di Trevi. Se comió un gelato, se tomó un capuccino en Piazza Navona. Vio en persona al Moisés, ese que había dejado boquiabierto a su abuelo. En la Plaza Mayor de Madrid se comió un pulpo a la gallega. Paró en cada tienda a ver los jamones ibéricos de cerdos que sólo comían bellotas. Caminó Barcelona solo, con casi 80 años. Cumplió 80 y festejó bailando tarantela y pasodoble. Fue bisabuelo.

Este protagonista de novela, este héroe de película fue mi lelo. Un italiano que nació en Argentina. Un pescador. Un tuerca. El mejor asador que conocí (si hizo asado no te llenes, guardate para el final que ahí está lo mejor; o arrimate a la parrilla que ahí ya está picoteando). Si cocinó pastas, esperá que después de eso también hizo una carne al horno.

Si jugás al truco con él de compañero y te dice que no des el envido con 31 de mano, no lo hagas. Si sos rival, no te vayas a la pesca porque te vas a tragar los puntos.

Tal vez lo puedas reconocer por el brillo de los ojos cuando se habla de comida. O por la mirada orgullosa cuando veía a sus nietos. Lo podés reconocer a kilómetros por su sonrisa pícara y cómplice. Te lo podés cruzar con su boina regando su jardín, o dándoles de comer a sus canarios.

Si le tocás el timbre te va a recibir con el cuchillo debajo del brazo, ya afilado para cortar un salame y queso. Si podés hablar con él cinco minutos, algo vas a aprender. Tiene la palabra justa, siempre. Si te dice que viene tormenta, mejor guardá el auto. Si te dice que viene viento sur, abrigate.

Cuesta creer que Luisito se haya ido. Aunque, en realidad, hombres como Luisito nunca se van. Elijo creer que se fue de viaje con su amor. Elijo creer que, como siempre, no quiso dejarla sola. Elijo creer que mañana me voy a levantar en la pieza del lado de la de él, me voy a ir a su cama y vamos a ver temprano la Fórmula 1. Que voy a tomar la leche a su lado en la taza que dice “En esta taza toma solamente Juan Manuel” y vamos a ver juntos cómo el Flaco Traverso gana de nuevo el TC, mientras las llamas comienzan a crepitar.

La vida me privó de un abuelo, pero me dio otro que valió por dos.

Hasta siempre, Lelo. Juan Manuel Poncio,nieto

 

Octubre raro... de innumerables despedidas

En el peor de los años que el hombre moderno ha conocido estoy escribiendo estas palabras, dependiendo como todos nosotros de algún giro del destino, hago uso presuroso de la opción momentánea que tengo de expresar mis pensamientos y mi sentir.

Como si no hubiese otro día más que los ya vividos para hacerlo, pretendo explicitar imaginariamente últimas voluntades, ¡porque habrá quien no tenga posibilidad de realizarlo! En el nombre de ellos, entonces, desconcertados por el miedo o absoluto escepticismo, en el nombre de los que fueron atravesados repentinamente por puñales y no pudieron ni siquiera mirar para despedirse, por descuido mala fortuna o despiadada fatalidad, ¡es justo y necesario decir adiós en sus nombres!

Son tantos, que para nombrarlos se deben utilizar repetidamente y hasta la saturación cognitiva, todas las letras de nuestro abecedario. Simplemente, Adiós, con mayúscula. Expresar algo más sería irrespetuoso.                                                        También es pertinente recordar el dolor de los dueños de los pañuelos, aquellos enjuagados con miles de lágrimas y de sudor frío inesperado, inevitable, llenos de miedo y preguntas. Infectados por el dolor de la pura pérdida o por la incertidumbre más aterradora.

Finalmente, es crucial hablar de la lluvia suave, que apenas moja y casi ni se nota, ¡bendición y maldición a la vez! Números que alivian y que engendran impaciencia, visiones sesgadas que definitivamente y en el más amplio de los sentidos, se transforman naturalmente en raíz, núcleo y origen de todos los males del hombre.

Lluvia suave que invita peligrosamente al lavado compulsivo de manos, eligiendo siempre el momento menos oportuno. No puedo dejar de pensar en este octubre raro de puertas cerradas e innumerables despedidas..., que en forma de lluvia suave malinterpretada comenzó hace miles de años, el más devastador y recordado de todos los diluvios del cual alguna vez muchos hayan escrito.              

Pablo Bertoglio - DNI 17.371.200

 

Alerta en las unidades de diálisis

Estimados señores de El Diario de Villa María, quiero informar a sus lectores sobre la situación en la que se encuentran las unidades de diálisis que brindan tratamiento crónico a 2.500 pacientes en la provincia de Córdoba.

Debo decir que esa situación es límite, dado el alarmante estado económico-financiero que sufren.

Debido la pandemia producida por el virus COVID-19, se ha generado un aumento desproporcionado de los costos de la prestación tanto en insumos como en recursos humanos, sin que haya mayores reconocimientos de las obras sociales, particularmente del PAMI, que mantiene el valor del módulo desde principios de este año.

Debemos atender exigencias centrales por el coronavirus, que no son respondidas como corresponde por esa obra social y que significan erogaciones muy elevadas: personal adicional, insumos especiales, descartables y traslados de pacientes.

El traslado de pacientes se complicó debido a que hubo que adaptar los coches y otorgar el equipamiento adecuado a cada conductor, además de que por viaje se puede llevar sólo a un paciente positivo. Se les ha pedido a las obras sociales, incluidos PAMI y Apross, el reconocimiento de esos costos, pero no hemos recibido respuesta.

Jorge Abdala, presidente de la Asociación de Prestadores de Hemodiálisis y Trasplantes Renales del Centro (Apheytrc)

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