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El ocio y el pensamiento en tiempos de coronavirus
martes, 17 de marzo de 2020 · 11:00

En la rutina constante en que vive gran parte de la humanidad actualmente, reside la costumbre de realizar diferentes acciones automáticamente cada día: me levanto, me higienizo, me visto, desayuno, voy a trabajar, trabajo, vuelvo, ceno, duermo, me levanto...

En tiempos de cuarentena. Interesante título para un libro. ¿Qué sucede en cuarentena? ¿Qué se hace cuando no se hace nada? ¿Qué hacemos cuando no hacemos lo que siempre hacemos? Pensamos. Generalmente profundizamos en pensamientos, o creamos conversaciones internas profundas. Porque nos notamos, nos descubrimos, observamos y recordamos que estamos acá, nos cuestionamos, analizamos, dudamos, reflexionamos. Excelente tiempo entonces para la filosofía.

Aristóteles en su “Metafísica” se pregunta ¿por qué razón “todos los hombres tienden por naturaleza a saber”? La respuesta lógica es por su inteligencia, la que lo distingue del resto de los seres. Existen varios disparadores del pensar filosófico: el asombro, la duda, y el ocio son los más recurrentes; sobre este último pensemos en estos días de cuarentena por el coronavirus. Para poder profundizar en los pensamientos, y filosofar, es necesario cierto tipo de vida que los griegos llamaron “sjolé” y los latinos “otium”, es decir, ocio. Pero ocio no se debe relacionar con pereza, se trata de darse el tiempo para la reflexión, para pensar, esa actividad fundamental para el humano pero que está en desuso.

Estamos acostumbrados a que el tiempo de ocio es el tiempo de Netflix, celular, computadora, televisión o dormir; lo que sea, pero que sea externo, es decir, que venga de afuera, que no tenga que crearlo, que no me obligue a hacerlo yo... ya digerido, listo para tragar. En su libro “El ocio y la vida intelectual”, el filósofo Joseph Pieper alerta sobre las consecuencias de asociar el “ocio” con pereza o desidia. Desde la perspectiva pragmática y utilitarista de la sociedad de consumo actual en la que el trabajo configura el centro de la existencia, pareciera que el ocio, entendido como ausencia de productividad o eficiencia, equivale a inercia, liviandad, reposo o esparcimiento.

Resulta imprescindible entender que la filosofía se trata de la vida cotidiana. No es sólo un estudio académico, es una manera de entender nuestra propia existencia. Y esto es clave para todos. Todos tenemos una filosofía, está implícito. No hay forma de vivir una vida como seres humanos sin tener una filosofía, que encierra ideas muy generales de quién soy, quiénes son los otros y cómo fueron las acciones en el pasado y cómo serán en el futuro. La meta entonces es recuperar el ocio tal como fue concebido en la antigüedad, como el “espacio en el que el hombre se encuentra consigo mismo, cuando asiente a su auténtico ser. La esencia de la pereza, en cambio, es la no coincidencia del hombre consigo mismo” (Pieper). Buenos tiempos estos de cuarentenas por coronavirus para retomar el ocio filosófico, reencontrarnos con nosotros mismos, redescubrir nuestro auténtico ser, pensar(nos) y repensar(nos).

Marcelo J. Silvera

 

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