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Una nueva etapa para la Banda de Música de Villa María

miércoles, 1 de julio de 2020 · 09:06

Escribo este texto por haber dejado atrás la función de director de la Banda de Música de Villa María, de la que por estas condiciones de aislamiento nunca pude despedirme. Esto me dejó una necesidad imperiosa de hablar de un organismo que me parece vital para nuestra ciudad y del cual como encargado durante 20 años me siento autorizado y obligado a dar mi balance de lo realizado ante la comunidad.

Soy músico desde muy pequeño y toda mi vida me dediqué a ella.

He estado a cargo de la banda desde el año 2000 hasta fines del año pasado durante un período de veinte años con una pausa de unos cinco años.

La banda es más importante y trascendente de lo que muchos pueden pensar. Su creación se remonta a las épocas de inicio de nuestra ciudad, exactamente a 1879, año en el cual se encontró registro a través de una carta escrita con plumín dirigida al Concejo Deliberante de parte de un tal Manuel Bonet -en un mal castellano debido a su origen- solicitando crear una banda de música, a lo cual se accedió. Luego se unificó a la banda del cuartel militar de Villa Nueva, realizando retretas en las plazas y amenizando las actividades de la localidad, cuando faltaban 30 años para la aparición del tocadiscos y 60 para la de la radio, o sea que la única forma en que la población podía acceder a la música era a través de su ejecución en vivo.

Por esto debemos considerar a la música como extremadamente importante en cualquier comunidad y de necesidad vital. Cuánto de esas experiencias del pasado y cómo nos han sido transmitidas y modelado para llegar a ser lo que hoy somos como individuos y como sociedad es un misterio, pero es indudable su enorme influencia.

La banda llegó a un punto cúlmine durante la dirección del maestro Victorio Baccari, de 1910 a 1926, y sucedido por el maestro Luis Nihoul, quien luego fundaría la banda de la capital provincial, la que hoy lleva su nombre. Hubo períodos intermitentes durante la Intendencia de Salomón Deiver y luego fue convertida en la banda del Cuerpo de Bomberos en los años 60. En 1983 se refundó por el intendente Horacio Cabezas, lo que a mi manera de ver es uno de sus grandes legados.

Mi primer acercamiento a la banda fue durante la dirección del maestro Páez. A mediados de los 90 volví cuando estaba a cargo del maestro Kuki Soria, un gran amigo que siempre me ha dado oportunidades, y que me encargó la enseñanza de instrumentos de viento.

En el año 2000 el director de Cultura Rubén Rüedi me invitó a ser director, a lo que accedí gustoso, con muchas ganas para hacerlo.

Se logró una sinergia enorme entre los participantes, y se tuvo gran llegada entre los músicos de la ciudad, que se acercaban al elenco a dar sus primeros pasos en los instrumentos de viento, tarea en la que colaboraba el trompetista Juan Ro, o a participar ejecutando música. Particularmente tuvo eco en el Conservatorio, institución que me ayudó de manera especial. En lo personal, y esto lo entenderán quienes son de familia de músicos, me permitió compartir experiencia con mi madre Esther Amblard, una pianista de gran trayectoria. Luego participó mi hijo Mauricio, o sea que en este elenco tres generaciones de mi familia compartimos el hacer música, algo invalorable para mí.

De esta formación salieron grandes músicos, hoy al más alto nivel, tales como Jorgito Ro, gran trompetista abocado a la música de jazz en giras por Europa; Esteban Schaad, violinista y docente; Alexis Galfré, arreglador y músico de orquesta y big band; Franco Rumin, hoy en Oslo, Noruega; Mauro Sánchez, director en bandas de la región, etcétera.

Así devino la crisis de 2001 y pude evidenciar cómo las crisis, más allá de lo económico afectan a las instituciones y lo que un año fue floreciente al siguiente decayó de manera significativa, palideciendo hasta desaparecer a los 3 años.

Luego de cinco años sin actividad, se reanudó la labor del elenco durante la gestión de Silvia Longo.

Otra vez el entusiasmo de los nuevos proyectos hizo fácil las actividades. Es para destacar en este nuevo período la interacción que nuestra escuela/elenco tuvo con las bandas de la región compartiendo proyectos que llevaron a nuestros músicos por toda la región y posicionando el nombre de la ciudad como centro de formación de músicos.

Con la gestión de Gabriela Redondo se le dio un gran impulso integrando su actividad a la escuela de circo, sin perder su misión principal como banda escuela de música.

Esta labor principal estuvo focalizada en dos proyectos, por un lado la enseñanza de instrumentos de música, enfocada a niños, jóvenes y adultos y por el otro -lo que considero bisagra para este organismo- la creación de un elenco propio al que denominamos Villa María Big Band, con el que interactuamos con todos los músicos e instituciones de la ciudad. En este último año dictamos cursos a cargo de Eduardo Elia, y Martín Dellavédova, mi primer alumno al cual le enseñé saxofón y que hoy es uno de los mejores saxofonistas de la provincia.

Por cuestiones personales y laborales, hasta acá llegó mi relación con la banda, que me permitió desarrollarme profesional y humanamente y con la cual me siento profundamente agradecido, y con la comunidad que me permitió hacerlo.

Mi sucesor será el saxofonista, bajista y director Mauro Sánchez, un gran músico y persona, con amplio conocimiento en el manejo de bandas y estudiantes, muy trabajador en el que confío que va a llevar a este organismo mucho más lejos de lo que yo lo dejé. No tengo más que palabras de reconocimiento por su dedicación y compromiso dando mucho más de lo que siempre esperé. 

Por último considero que he dejado la banda en funcionamiento, lo que fue mi principal objetivo. Como puntos en deuda me parece que necesitamos como organismo una figura legal que nos cobije, y que le dé a nuestro trabajo, continuidad e independencia en el tiempo más allá de los vaivenes de la política. He visto cerrar bandas en localidades vecinas por disputas políticas y asociar a los elencos a los partidos y utilizar a sus directores como botín, un verdadero despropósito y desprecio por el arte y la música, fruto de la ignorancia y violencia de estos tiempos. En estos casos los perjudicados son los músicos y las escuelas, en algunos casos nunca más reconstituidas.

El otro punto en contra es la falta de un espacio físico estable y exclusivo. De hacerlo no solo se solucionaría el problema propio de la banda sino que además se brindaría a la ciudad un nuevo espacio público para la ejecución de conciertos.

Es tarea pendiente la descentralización de nuestras actividades y continuar con el trabajo coordinado con las escuelas. Nunca está de más mencionar lo positivo que es la enseñanza de música a toda nuestra comunidad. Destaco asimismo:

-Los padres que llevan a sus niños a estudiar música porque viven conectados y quieren sacarlos de la toxicidad que implican las computadoras y celulares mal utilizados; la práctica de la música por personas con capacidades diferentes como medio de integración; el acercamiento de personas mayores para hacer algo que toda su vida quisieron y, en cuanto a la Villa María Big Band, la tarea pendiente es constituirla en un elenco que compita con las mejores bandas del país.

 

Sergio “Pelado” Alonso

 

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