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miércoles, 9 de septiembre de 2020 · 00:00

La pobreza (2)

¿De dónde proviene la actitud de descalificación hacia los pobres que sostiene una gran parte de la sociedad, incluidos muchos que técnicamente integran esa gran masa de ciudadanos argentinos? ¿Es la concepción de que los pobres mismos son culpables de su situación principalmente por su carencia de interés en el trabajo -más crudamente por ser vagos- espontánea o ha sido ésta impresa en el imaginario colectivo como resultado de una teoría político-económica? (es una imagen recurrente ver en las marchas recientes a personas sosteniendo el cartel con la remanida leyenda “Estamos cansados de mantener vagos”). Es de suponer que esto está relacionado, entre otras cosas,  con  la ayuda estatal brindada a los sectores más vulnerables de la sociedad: la AUH y la Tarjeta Alimentaria. ¿Estarán incluidas los salvatajes a las Pymes, el IFE y el ATP -la ayuda a las grandes empresas para que no despidan a sus trabajadores y empleados- o la objeción es solo para quienes no tienen lo suficiente para alimentar a sus familias?

Es sorprendente comprobar que personas que son cristianos practicantes adhieren a esta concepción de los pobres y, por ende, a la idea que no conviene ayudarlos porque eso implicaría alimentar su molicie a la vez que invitar a más personas a unirse al grupo de los que viven del Estado. Muchas de estas personas son, en realidad, buena gente. Seguramente se horrorizarían si se vieran obligados a presenciar cómo un niño agoniza por causa de la inanición, pero como eso no ocurre, eligen creer que la situación no existe. El poder de convicción de los que adhieren a estas teorías económicas, apoyados por los medios hegemónicos, es realmente muy fuerte y un hecho que lo demuestra es que aun a los más desposeídos, de alguna manera, les ha sido impuesta esta idea. Basta con haber visto alguna vez los domingos a las 14 el programa de Canal 10 “Huellas” para constatar la verdad de esta afirmación. En él, el equipo conducido por Ariel Mansilla entrevista a familias residentes en el norte de nuestra provincia o en el monte santiagueño, casi todas ellas carentes de toda carencia. Sin embargo, ninguna le atribuye la responsabilidad a factores exógenos como podrían ser la falta de oportunidades para educarse, la falta de ayuda estatal, etc. Ellos solo hablan de la “mala suerte” que los acosó toda su vida, la muerte del jefe de familia o el clima inhóspito. La resignación con la que hablan, el agradecimiento por los pocos enseres y vituallas que les dejan los visitantes, realmente conmueve hasta las lágrimas.

Esta visión de la pobreza no es nueva. Ya en el siglo XVIII, más precisamente en el año 1729, el escritor irlandés Jonathan Swift, famoso por su obra  “Gulliver’s travels” (Los viajes de Gulliver) -considerado  como un libro para niños, pero en realidad una feroz sátira a la sociedad de su tiempo-, publicó un ensayo conocido como “Una modesta propuesta”, pero que se completa como “Una modesta propuesta para impedir que los hijos de los pobres en Irlanda sean una carga para el Estado”.

“Una modesta propuesta”  comienza por deplorar la triste suerte de los pobres en Irlanda, quienes deben pasarse la vida tratando de alimentar a sus numerosos hijos, la mayoría de las veces no consiguiéndolo. Como solución, Swift sugiere que estas familias engorden a sus hijos hasta el año de edad, ya que en ese período no ocasionan gastos porque son alimentados por sus madres, y que después sean vendidos en los mercados de la carne para ser preparados como exquisitos platos (hasta proporciona recetas culinarias) para los ricos. Además, arguye, con una merma de 100 mil niños irlandeses se evitarían los riesgos de la sobrepoblación y el desempleo.

En esta obra, Swift usa la sátira basada en la ironía y la exageración para criticar la realidad que se vivía en la sociedad de su época en Irlanda ya que no podemos pensar que él pretendiera que su propuesta fuese  puesta en práctica. El ensayo, que provoca rechazo y horror, es casi inolvidable para quien lo lee, pero más persistente aun es la concepción misma de los pobres como vagos,  artífices de su propia desgracia. ¿Habrá algo o alguien que alguna vez provoque un cambio en este sentido? A esta altura es lógico pensar que esto es altamente improbable.

 

Mgtr. M. T. Magi

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2
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