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Del homo sapiens al homo virtualis

martes, 9 de febrero de 2021 · 08:30

Escribe Ernesto Fernández Núñez* ESPECIAL PARA EL DIARIO 

Rodrigo de Triana, estira su cuerpo y observa como la oscura sombra de la noche desnuda su misterioso rostro con las primeras luces del amanecer.

 Mientras sube a su puesto de vigía, las velas infladas de las carabelas parecen sopladas por la ambición de los reyes españoles en busca de  riquezas. 

Su verdadero nombre, Juan Rodríguez Bermejo, le ha traído mala suerte, el seudónimo elegido, no ha sido mejor.

Con ambos nombres, quiso ser capitán, pero  fue vigía.

Cuando gritó tierra, la gritó 10 veces, para que nadie dudara, los reyes de España lo escucharan y Colón lo nombrara capitán.

Nada de eso sucedió, murió al amanecer de un día nublado, nadie lo lloró, nadie lo veló, nadie lo extrañó. 

A partir de ese grito, la Tierra fue redonda, la primera globalización a sangre y fuego se ponía en marcha, y el mundo se llenaba de pestes y de muerte, como ahora y como siempre, bajo el seudónimo de un globo-lización.

Hace tiempo, la pandemia que se abate sobre nosotros, ha generado otros efectos colaterales de sello argento; un desfile verborrágico comunicacional de sabiondos y suicidas,  con incesantes teorías, consejos, ensayo y error y humillantes advertencias de castigo.

Esto no sería lo más preocupante, lo que si preocupa es que nadie pidió disculpas por haberse equivocado, y es humano.

Para esa pandemia no hay vacuna.

Es tan desconcertante este virus, que, como lo expresé alguna vez, tiene logística, información, muta y se desplaza enmascarado como un hábil actor.

Intentar conocer la verdad de lo que sucede está fuera de nuestro alcance como simples ciudadanos,  los ingleses lo saben bien, los dicen sus manuales: en una guerra, la primera víctima es la verdad.

Sin embargo, algo más profundo está sucediendo, que no es captado en su verdadera dimensión, invadido por una realidad de estadísticas escalofriantes.

Para resolverlo,  faltan líderes audaces que sepan leer el futuro.

Cuando nuestro antecesor, iluminado homínido-primate, entendió que la supervivencia, columpiándose entre los árboles y alimentándose de frutos, eran herbívoros, conspiraba con la extinción de su especie ante la desaparición de los bosques, decidió bajar a la sabana y disputar la comida con los grandes animales carniceros, cuya anatomía estaba preparada para desgarrar y matar.

 La decisión era extrema y en su origen, brillante y audaz,  cambiaban o desaparecían.

Al no poder competir con las fuerzas, desarrollaron la inteligencia; palos, trampas, estrategias en grupo y vínculos solidarios los salvaron.

La decisión fue acertada, siete mil millones de descendientes de ese primate en el mundo actual lo confirman, me incluyo.

Las neurociencias demuelen las viejas teorías de la supremacía del lóbulo prefrontal en la conducta humana, el cerebro es un todo y de igual manera reacciona.

Una chispa de luz de aquel primate, nos depositó en esta realidad en la que vivimos, en esa decisión estuvo la síntesis, el producto más elaborado del psiquismo.

 El futuro puede anticiparse con una chispa de luz.

Creo entonces, que el tema es más complejo, este virus escapado o ayudado o fabricado, acelera o cataliza lo que está en ciernes, el intento de construcción  del homo-virtual, remplazante del homo sapiens, el que sabe.

Forzado a la interpretación, llevarnos a la misma ceguera del animal de donde proviene, cuyas relaciones y su supervivencia las establece a través de ondas electromagnéticas, ecolocalización, geolocalización, como son las comunicaciones virtuales actuales.

La biotecnología ya está cerca, modifica las características hereditarias en un sentido predeterminado mediante la modificación genética.

Este prototipo de homo-virtual que empieza a delinearse, nos impresiona con algunas particularidades, propone  una sociedad sin libertad, sin vínculos humanos, asfixiada y con respirador artificial,  aterrada, sometida a recibir órdenes enlatadas subliminales de enormes laboratorios de algoritmos, que predicen hasta el día de nuestra muerte y la ejecutan si fuera económicamente necesario.

 Decir que la manipulación política de este virus, ha decantado en un sistema de control social mundial con información  sobre nuestras ideologías, salud, alimentación, educación, tendencias suicidas, límites de la tolerancia al miedo y deseos reprimidos, es innecesario, es demasiado evidente.

Nunca se ha visto un instrumento con tanta eficacia para disciplinar al mundo y en el mismo momento.

Existen, a mi entender, dos proyectos de realidades futuras;  la evolución natural de nuestra especie, que ya no será biológica, será psíquica, el cerebro es un mundo inexplorado aún, y otro futuro, que nos están diseñando en algún  oscuro sótano de la conciencia, llena de príncipes de las tinieblas, así llamaban los egipcios a los murciélagos.

En este escenario, el objetivo más buscado es condicionar y modificar la inteligencia humana, de allí, secuestrar a  la libertad hay un solo paso, interfiriendo en ese laberinto de cristal que es la memoria, borrar el pasado donde reside la identidad, eliminar el dolor, que define límites, clasificar de uno a 10 los afectos.

Es el intento de  despojarnos del pensamiento abstracto, la función más superlativa y mágica del cerebro humano.

Allí,  donde reside el arte, la imaginación, la interpretación de los símbolos, los manuscritos del Mar Muerto, la palabra del padre, el lugar donde Borges encontró El Aleph, donde la duda se hace poesía, donde Dios y Satanás escriben cuentos para niños.

Alexa, pregunta mi hija Victoria a su asistente virtual de inteligencia artificial, ¿Quiénes fueron los líderes del mayo francés del 68? Alexa responde con profusión de datos y agradece que haya confiado en ella.

Alexa, pregunto, ¿Messi o Maradona? No tengo esa información.

 

 

* Psicoanalista-Escritor. Vicepresidente de la Sociedad Argentina de Escritores 

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