Opinión - Villa María / Kabul

La situación que vive Afganistán ponderada desde la Villa de Ocampo

“Sin atenuantes en nuestra propia conciencia, forjada en la pampa gringa mediterránea, el régimen Talibán cometió atropellos”, sostiene el analista
viernes, 20 de agosto de 2021 · 08:30

Escribe ASC y Mgter. Ricardo César Carballo* Exclusivo para El Diario

 

Fin de semana villamariense con Día del Niño y feriado largo. Esta crónica, incluso, fue escrita el martes post feriado, porque en “una caravana así” ¿quién, en la Villa de Ocampo tiene ganas de mirar o leer noticias internacionales? Claro que si esa falta de ganas resulta perforada por la cobertura mediática ¿Qué está pasando realmente en la otra punta del mundo? Suele ser una pregunta recurrente que acompaña el mate o la coca en la costanera o el Paseo de la Vida.

Sin alejarnos de lo cotidiano, picamos el boleto y comenzamos este viaje.

Kabul era para 2001 una capital arrasada que aún no se reponía de la guerra desatada en 1979 por la Rusia (por entonces UR.SS.) tras una invasión que se extendió hasta 1992. A los ojos de Occidente, Afganistán había sido invadida por el comunismo. Años después el secretario general del Partido Comunista ruso Mijaíl Gorbachov reconocería que dicha invasión constituía un “comportamiento alejado del socialismo”. Lo hizo luego de una aplastante derrota que campesinos pauperizados con la ayuda de occidente le propinaron a los soviéticos, derrota que aceleraría inusitadamente la caída del régimen comunista ruso. “Postales” de aquella invasión -con sello Hollywoodense- pueden visionarse hoy en la película Rambo III (1988) que está en cartelera, ¡Oh casualidad! en varios canales de streaming.

Luego de la retirada soviética los Talibanes -nombre propio y por ello con mayúsculas- instalaron su gobierno atado al Corán de manera extrema y con prácticas condenables desde occidente, entre ellas, la sumisión de género hacia las mujeres. Sucede que el occidente, campeón mundial del respeto a la diversidad, nunca se detiene a pensar que los pueblos milenarios gozan de su propia diversidad, aunque la misma repugne contra el pensamiento occidental y cristiano. En este caso hablamos de tradiciones orientales y musulmanas que no compartimos pero que, de hecho, se encuadran en la figura de “diversidad cultural”. Sin atenuantes en nuestra propia conciencia, forjada en la pampa gringa mediterránea, el régimen Talibán cometió atropellos y tropelías reñidas con nuestras costumbres locales, aunque muy arraigadas en el escenario de los sucesos. Es más, en la Villa de Ocampo vemos cómo un terrible abuso de poder el obrar sexista del modelo Talibán, ignorando que muchas mujeres, adscriptas al “dogma ortodoxo del Islam” ven con buenos ojos -fruto de la dominación milenaria- la vigencia de medidas de este tipo. Medidas que no dejan de ser una lesión a la integridad física, psicológica y moral de quienes las sufren.

Occidente miraba de reojo y los medios de comunicación occidental reflejaban lo que a priori consideraban “una violación a los derechos ciudadanos”, aunque la categoría “ciudadano” nacida en la Revolución Francesa y patrimonio activo en las democracias occidentales es una categoría política y social sin entidad ni vigencia en la cosmovisión de los habitantes de los pagos afganos.

 

Osama Bin Laden y las fuentes bien informadas

Pasaron varios años, hasta que una situación mundial llevó a Estados Unidos a desplegar sus Fuerzas Armadas en Afganistán. Lo hizo porque según “fuentes bien informadas” el gobierno local amparaba y daba asilo a Osama Bin Laden, autoproclamado como autor intelectual del atentado a las Torres Gemelas. De nada sirvió que máximo gobernante afgano lo desmintiera.

En aquella ocasión Estados Unidos reflotó el unilateralismo -“se cortó solo” pasando por encima de los mecanismos multilaterales de la ONU y su Consejo de Seguridad en donde participaban muchas naciones del globo- y dio origen a la “guerra preventiva”, una doctrina que en cualquier barrio villamariense podríamos resumir en la siguiente proposición: “Te pego ahora porque sé que no te caigo simpático y en cualquier momento vos me pegás a mí”. En otras palabras, una barbaridad en la jurisprudencia internacional impulsada por Estados Unidos mediante la puesta en territorio afgano de sus cuatro fuerzas armadas. El motivo/excusa oficial, sin embargo, no era otro que “la defensa de la libertad del pueblo afgano”.

A esa intervención se sumaron varios países europeos miembros de la OTAN, menos Francia que como represalia obtuvo que las cadenas de comida rápida estadounidenses remplazaran en sus menús las “papas a la francesas” por las “papas de la libertad”… Sí. Una verdadera paparruchada.

Años después, a causa de que Iraq tenía armas químicas que luego se comprobó que no tenía, los Estados Unidos comenzaron -junto a la OTAN- la segunda Guerra del Golfo dando lugar a la caída de Saddam Hussein y al inicio de una invasión con presencia permanente de tropas.

La de Afganistán y la de Iraq fueron dos invasiones “boca a boca”, pues boca a boca se apoderaron de los pozos y de la industria petrolífera mediante la particular estrategia de colocar un gobierno funcional a sus intereses, dotado de una alta capacidad para adjudicar contratos y regalías de explotación petrolera a las empresas norteamericanas y europeas cuyas tropas combatían al Talibán. Los costos de sostener la intervención en ambos países invadidos eran altísimos para las naciones invasoras -tanto en material como en vidas- por lo que lentamente, mientras sumían a las ruinas cada rincón de Iraq y combatían en cada sector de Afganistán, la oposición a la guerra se extendió entre los ciudadanos de los países de la OTAN, lo que llevó a los gobiernos a firmar el compromiso de entrenar a las tropas legales del régimen de ambos países y dejar su territorio. La fecha de retirada total de Estados Unidos de Afganistán se fijó para finales de agosto de 2021.

Mediante un mix de tropas regulares y “contratistas privados de defensa” -en mi barrio les decíamos mercenarios en la década de 1980 y 1990- las fuerzas de la OTAN fracasaron, y en su retirada, a medida que iban abandonando el territorio, los Talibanes avanzaban derrotando a las tropas nacionales “supuestamente” entrenadas con rigor por las naciones en fuga.

 

Veinte años después...

Finalmente, y tras veinte años de intervención armada extranjera, el domingo 15 de agosto de 2021 el presidente colocado por las fuerzas invasoras huyó “para evitar el derramamiento de sangre” y los Talibanes llegaron a Kabul de donde habían sido desalojados. ¿Cómo no iban a volver a la Capital, si nosotros mismos en Villa María volvemos recurrentemente a la plaza Centenario a festejar los triunfos deportivos? ¿Acaso se podría esperar de los Talibanes una conducta diferente a la que nosotros mismos observamos -pandemia de por medio- en la Villa de Ocampo? El corolario de esta historia determina que muchos afganos que participaron del régimen instalado por las naciones de la OTAN, llenos de pánico quieran huir y se inmolen en el intento colgándose de los aviones y cayendo al vacío.

Dejando un país en ruinas y derrotado militarmente Estados Unidos se retira y asegura la retirada de funcionarios de sus países amigos, dejando al resto de sus colaboradores rendido y desarmado. Queda un país en la miseria y con la venganza de los Talibanes hacia sus compatriotas plenamente habilitada. Más allá de cualquier garantía que otorguen a los civiles, rescatando la sentencia de una vecina del barrio San Martín -originalmente expresada hacia los jóvenes de un barrio aledaño- los Talibanes “de mansitos no tienen nada”. Ya lo han demostrado con creces en el pasado.

Afganistán queda en peores condiciones de las que estaba antes de la invasión y con centenas de miles de muertos para llorar. Veinte años después, los invasores dejan un infierno a punto de estallar, con calderas hirvientes alimentadas con sangre afgana. Esa es, lector, la triste realidad sin ningún aditamento de cosmética editorial.

Aquí termina nuestro viaje a un país demasiado distante, siempre mirando desde la ventanilla de nuestro terruño.

*Docente e investigador. Magíster en Relaciones Internacionales

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