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Recuerdos que enseñan y marcan
Recuerdos que enseñan y dejan huellas en nuestras vidas.
Estancia La Reserva General Soler, Vicuña Mackena, Córdoba, Argentina.
Don Omar Alberto Lombardi, alias Poroto, como otras tantas veces, me dispensa un rato de su tiempo para escribir sobre experiencias de vida. Poroto, en su andar, durante los años 1970 a 1971, con sus 10 añitos, relata que su padre, Modesto Omar Lombardi, y el doctor José Antonio Pedernera estaban trabajando en el Consejo Agrario Nacional, cuyas oficinas se encontraban en la calle Santa Fe, vecinos de la escuela José Ingenieros.
La función del mencionado Consejo era la de colonizar del Ejército Argentino, formándose lotes como unidad económica de 400 hectáreas para el mencionado campo General Soler, situado en el Departamento Río Cuarto, en Vicuña Mackena, sobre la ruta 7.
Para este evento, se anotaban colonos desalojados por una ley de esa época. Esta hermosa estancia tenía una extensión de 24.000 hectáreas de campos pintorescos, con variada fauna constituida por ñandúes, pumas, jabalíes y vizcachas, entre otras tantas especies.
El administrador que estaba en General Soler fue trasladado al campo General Paz, en la zona de Ordóñez. Se apellidaba Moronta.
Tanto mi padre como el doctor Pedernera viajaban muy seguido hacia la zona, porque los campos de General Soler se alquilaban para cosecha gruesa o pastaje; y durante la estadía hacían las tareas de pericias a los fines de inscribir a los colonos interesados en poseer alguna unidad económica loteada.
El querido Poroto me narra que la estancia tenía, en el medio del campo, un surgente, construido por los militares durante el año 1930, con una profundidad de perforación de 300 metros y salida de agua caliente, 38 grados centígrados, muy salada, con existencia al día de hoy.
En el invierno, en días muy fríos, cualidad de la zona, “nosotros nos poníamos la malla y nos tirábamos a la pileta”, expresa Omar “Poroto” Lombardi. El caño que transportaba el chorro de agua era de 4 ½ a 5 pulgadas. Una imagen muy presente era que, faltando 1 km, más o menos, se podía ver el vapor desprenderse de la pileta, comparable a lo logrado cuando se coloca una olla en el fuego, con agua.
Era agua con bastante contenido de iodo y muy salubre. Como dato curioso, el efecto de la composición en el agua nunca se pudo controlar y rompía los flotantes; tampoco había llave de paso que regulase tan alta presión. Dice Poroto: tengo fotografías y croquis del campo, mientras lo coloca sobre la mesa en la que estábamos reunidos, desayunando.
El agua de rebalse que salía de la pileta termal seguía su curso hasta llegar al Río Cuarto, pasando por estancias vecinas. Dice Omar: “Una noche, un grupo de sembradores hacían campamento en ese lugar, rodeados de tamarindos y juncos; esa noche me quedé en la casilla con ellos, esperando los chanchos y pumas que venían al agua, pero nada pasó. Solo agarramos tres vizcachas, jajaja; fue el almuerzo para el día siguiente”.
Siguiendo el diálogo, dice Poroto: “Hace un tiempo, con un amigo y colono con quien generamos una amistad muy profunda, que lamentablemente no lo tengo más, él tenía el campo cerca del surgente y nos metimos al agua. En ese momento, las instalaciones ya estaban a cargo de la Municipalidad de Vicuña Mackena, con asadores, mesas, vestuarios, todo va cambiando. Tengo grandes recuerdos de esa estancia; fuimos varias veces con mi familia y disfrute mucho todo ello”.
Sin lugar a dudas, Mackena fue colonizando esa estancia histórica; fueron 53 familias a poblar esos campos. Creció mucho comercialmente.
Siento y lo expresa el amigo Poroto Lombardi: LA VERDAD, QUEDAN COSAS PENDIENTES Y ME EMOCIONA PODER TRANSMITIRLO. ME PARECE QUE FUE AYER. ESOS CAMPOS FUERON PARTE DE MI INCLINACIÓN POR EL SECTOR GANADERO-AGROPECUARIO.
Hernán Ramón Allasia