Análisis
Navegando aguas turbulentas
Tras el principio de entendimiento con el FMI, importantes desafíos económicos debe sortear Argentina en el presente año, el puzzle se muestra complejo y la multiplicidad de variables a tener en cuenta resultan clavesEl mundo del revés
Que vivimos en un mundo complejo no es novedad, y que Argentina tiene sus propios matices y particularidades tampoco, ya en siglo XXI podemos afirmar que vivimos en un cambalache reloaded.
Repasemos
Primer acto: “Que toda la Argentina se enamore de Christine Lagarde”. En 2018 Macri endeuda a nivel récord a la Argentina por U$S45 mil millones de forma discrecional con el Fondo Monetario Internacional sin pasar por el congreso. El FMI gustoso presta así, su mayor crédito en la historia. Se relamen los sabuesos, Argentina tiene liberado los flujos de capitales y los dólares prestados se escapan volando.
Segundo acto: en agosto de 2019, el por entonces ministro de economía, Lacunza, anuncia la restructuración de la deuda, mmm... perdón, se “reperfila” la deuda: para “alivianar la carga financiera” y lograr una estabilidad cambiaria, se aplazan pagos de letras y se posponen vencimientos de bonos. Cualquiera se equivoca, mala mía.
Tercer acto: luego de un agónico y triste “entendimiento” con el FMI hace dos semanas, la Argentina todavía atada con cadenas de pies y manos debe festejar que se sacó la soga del cuello… por ahora. Mientras el expresidente Macri cuestiona al Gobierno, desborde de cinismo al por mayor.
¿Cómo se llama la obra? Póngale el nombre que usted quiera, los medios de comunicación hacen estragos a vivos y desprevenidos, estamos en el mundo de la construcción permanente de la post verdad.
Lo cierto es que Argentina está hipotecada por varios años y, si bien se puede discutir mucho cada uno de los puntos del “entendimiento”, la verdad es, que de concretarse el acuerdo, el país lograría diferir pagos, por supuesto condicionado de lograr ciertos objetivos macroeconómicos monitoreados de forma trimestral por los esbirros técnicos del fondo.
Puntos claves, metas y consecuencias
El punto crítico acordado es la velocidad del ajuste fiscal. El preacuerdo determina finalmente un ajuste sensiblemente menor al negociado originalmente por la administración anterior, lo que se remarcaba como crucial para “no comprometer” la senda de crecimiento del país. La duda ahora es cómo logrará el Gobierno -con Guzmán a la cabeza- recortar el déficit sin disminuir el gasto. La argumentación pasa por achicar los subsidios, en principio a la energía salvaguardando a los sectores más vulnerables.
Otro punto clave es la política monetaria: por un lado, recortar la emisión monetaria que ya no podrá financiar el gasto público, recomendación harto ortodoxa con el fin de evitar que “la maquinita” haga de las suyas; y por otro, instalar en el mercado tasas de interés real positivas (tasas de interés más altas que la inflación) con el fin de atraer ahorro nacional que pueda financiar el gasto y al mismo tiempo evitar mayor demanda del dólar.
La lógica suena linda, es congruente el ministro Guzmán cuando argumenta, claro que los condimentos siempre pueden arruinar la receta. El mismo viernes 28 de enero, cuando se dijo a todas voces el principio de acuerdo, los mercados reaccionaron favorablemente. El lunes con la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque oficialista de diputados, las variables financieras volvieron a terreno negativo, la incertidumbre de alcanzar el acuerdo pone todas las especulaciones en vilo.
Aún suponiendo un escenario favorable de acuerdo con el mayor prestamista mundial, el presente año se muestra turbulento, ya que, cada tres meses estaremos atentos a las noticias a ver si pudimos cumplir con las exigencias del Fondo. Triste pero real, un escenario que muchos habíamos soñado y superado allá por 2006 cuando nos sacamos de encima la opresión de muchas décadas, la deuda contraída irresponsable nos condiciona ahora y por muchos años más. Sortear de la manera más conveniente este lastre será un nuevo enorme desafío que debemos afrontar.