194 Aniversario de Villa Nueva - Por Daniel Rodríguez

Días de radio

Sin celulares ni Internet de por medio, solo el sonido del diario raspando en el contrapiso, mientras ingresaba por debajo de la puerta alertaba que por fin uno sabría qué pasó (para luego contarlo).

No se trata de una época pos-apocalíptica, sino de la radio hace 15 años atrás (sí, solo hace 15 años). Luego, casi sin darnos cuenta, el tiempo fue pasando y nos fuimos poniendo tecnos.

Jamás hubiera pensado que el hecho de hacer bolitas de migas de pan para tapar los huecos de los casetes vírgenes TDK (y grabar canciones con mi hermano Claudio) fueran un camino de ida. De igual modo, cuando me di cuenta pasaron 15 años y ya me encontraba desde hace tiempo dándole los buenos días a todos los oyentes de Radio Libertad.

Sin dudas en la FM, con su cercanía y limitaciones, se generó un cariño que tendrá poco de reversible.

Aquel estudio, que también era una cocina de sonidos, fue capaz de mezclar una entrevista a Alejandro Dolina con el anuncio de una pollada a beneficio en el Club de Abuelos o el estreno del nuevo material de la Carlos Mona Jiménez con un reportaje al comisario local.

Era la radio, aquella que era omnipresente para lo que queríamos saber “que pasa acá”, qué es lo que habitaba entre nuestras calles de tierra (por aquellos años). Aquel artefacto que se negaba a callarse a pesar de la cantidad de cal y tierra que podía absorber en una obra en construcción comenzó a multiplicarse e invadir cada sector donde alguien quería empezar el día con una sonrisa (esa era la consigna).

Salir cada día con todo al aire.

Tener a una antena, que también era centinela, como testigo de mil palabras, sentimientos y reflexiones.

Oficio que dejó cariño de haberse convertido en un hombre orquesta. Casi como un pulpo con una mano en el celular, otra en la computadora, otra en la consola, otra agarrando un papel que tiene anotada una publicidad, otra anotando una canción pedida y la restante cebándome un mate.

Porque las etapas se terminan, porque el crecimiento también es dar un golpe de timón y porque la existencia está llena de cuestiones impredecibles, nunca llegué a tomar dimensión ni puedo recordar cuándo fue la última vez que escuché “Míster Sandman” de The Chordettes (el soundtrack de apertura de cada mañana)

Lo que queda es la cercanía, la alegría y las “amistades” recolectadas. La remembranza de aquella mañana lluviosa donde a un jovencito no le importó nada y llegó con su documento mojado a buscar la entrada que se había ganado o el “personaje local” opinando acerca de algún tema del que poco entendía.

Aquel oyente que te terminaba invitando a jugar un partido de fútbol ¡O a su propio casamiento!

-Vení, decilo vos, contalo vos al aire -era la frase de cabecera cuando alguno caía de sopetón para dejar un parte, hacer un pedido, expresar un reclamo o celebrar un agradecimiento-.

Y así la 90.7 se volvió identidad, se volvió pueblo y se volvió de todos… si al fin de cuenta es lo que busca el villanovense: ser uno solo, como un puño apretado hacia los cielos.

 

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