194 Aniversario de Villa Nueva - Por Leandro Nani

La plaza: el lugar de encuentro

Una tarde de verano en Villa Nueva yo venía cruzando la calle, contento, con mi helado de dos bochas de Santa Lucía, dispuesto a sentarme en un banco de la plaza Capitán de Los Andes para disfrutar la tarde en soledad.

Todo marchaba muy normal hasta que, en diagonal, en una de las mesas de la plaza, se sentó una mujer a fumar un cigarrillo. Al rato, pegó un grito llamando a uno de los pibes que estaba sentado a los pies de San Martín.

El chico se acercó lentamente hacia la mesa y dijo “¿Qué haces acá, ma? ¿No estabas trabajando?”. La mujer no respondió ninguna pregunta y directamente gritó: “¡Pedí salir temprano por vos, pendejo! ¡Hoy era la entrega de libretas y no me dijiste nada. ¡Me enteré por la mamá de Fernando que fue a comprar al negocio!”.

El pibito empezó a mirar para todos lados con cara de vergüenza. Intentó hacer contacto visual conmigo, pero bajé la mirada y me puse con el celular para disimular.

“¡Te llevás hasta  el banco, nene! ¡Me rompo el tuje laburando, todo te doy y no sos capaz de estudiar! ¡Boludeando en la plaza como si fueras un buen alumno y no, nada que ver, saliste burro como tu padre, te voy a mandar a vivir con él! ¡Podrida me tenés!”.

Entre tanto reto, el pibe con la voz entrecortada decía: “Hay gente, mamá”, y eso parecía enfurecer más a la mujer.

“¡Qué carajo me importa, crío de porquería! ¡En casa vas a ver! ¡Subí a la moto, dale!”.

La moto arrancó y en unos segundos se perdió a lo lejos. De vez en cuando continué yendo a tomar helado a la plaza. La bandita seguía sentada junto a San Martín, pero estaba incompleta. Al pibe no lo vi más en todo el verano.

 

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