Acertijo: ¿quien soy y donde estoy?

Por Black and White

 

Soy un inmigrante más en estas tierras gringas, llegué hace ya muchos años. He visto pasar años buenos y años malos, gélidos inviernos y veranos agobiantes. Año tras año los meses de agosto siguen siendo insoportablemente ventosos, pero es muy rara la nieve en julio.

Soy un observador silencioso, pero muy atento y extremadamente memorioso.

Recuerdo el revuelo que causó la visita del Zorzal y no miento al contar que pasó raudamente a mi lado, camino a la Sociedad Italiana.

Dije presente aquella noche en la que más de 300 antorchas se agitaron al lado del tren para dar la bienvenida a María Eva Duarte de Perón.

¡Y cómo olvidar la persecución de la Chiva Vázquez! Histórico personaje de la ciudad que desde bulevar Vélez Sarsfield fue saltando tapias hasta el patio de una casa en calle Salta, en un nuevo intento de escapar de la ley y terminó encontrando allí su destino.

Desde mi lugar privilegiado veía al Dr. Amadeo Sabattini cerrar su consultorio de noche y libro en mano, con la mirada perdida soñar -tal vez- con un porvenir mejor.

Tristes días también hubo. Tiempos en los que militares se adueñaban de las calles de la ciudad, quitando vidas y libertades.

Pero la tristeza fue derrotada y pude presenciar momentos únicos: cuando aquel zurdito de rulos pisó el verde césped de Manuel Anselmo Ocampo, o el día que el Gaucho Beltramo metió ese zapatazo que toda la ciudad gritó. ¡Nunca más vi la placita tan colmada!

Me gustaba cuando venían las carpas con elefantes y leones o las jaulas de la muerte con sus motos: pagaría por volver a ver las caritas de sorpresa de los chicos (aunque me alivia saber que hoy los circos viajan sin animales salvajes).

Las noches se animaban cuando había baile en el Club Unión. Memorables han sido las peleas a su salida y a muchos mi silueta ha servido de escondite.

Vi pasar infinidades de trenes de todo tipo y de todos los colores: trenes de pasajeros y de carga, trenes con dos locomotoras o con una sola, trenes vacíos y trenes repletos...

Antaño desde mi lugar podía ver el río y también los sembradíos. Hoy tengo la visión vedada. No me gusta mucho el monumento gris que ahora tengo de vecino, pero entiendo que la ciudad ha crecido. Soy afortunado porque tras años de silencio y soledad, me vuelven a rodear retoños autóctonos y familias con sus niños.

¿Quién soy y dónde estoy?

 

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