Psicología - primera parte

De la dificultad de vivir a la felicidad como un derecho

martes, 26 de noviembre de 2019 · 10:09

Escribe Lic. Natalia Morandi
M.P  5218
Centro de Investigaciones y Estudios Clínicos de Córdoba

Allá por 1920, en “El malestar en la cultura”, Sigmund Freud hablaba de un malestar inherente a la comunidad que tenía que ver con la renuncia que implicaba vivir en sociedad. Situaba entre el hombre y la cultura un irremediable antagonismo; la cultura, el otro, se opone a los intereses de cada quien en tanto estos tienen que ver con la satisfacción de sus pulsiones; y la cultura, en cuanto a sociedad, civilización, tiene que de alguna manera regular eso para lo cual se exige la resignación parcial de la satisfacción. Es decir que en la época victoriana de Freud persiste un cierto grado de malestar del individuo, he aquí la única relación posible entre el hombre y la cultura; malestar que radica en la renuncia o represión que se espera de los sujetos a fin de que el orden social no degenere en caos.

Lógicamente la cultura a la que se refería Freud cambió mucho y el malestar actual tiene otras características. Hoy el discurso capitalista es el nuevo amo, que lejos de exigir renuncias, como antaño, exige más, más y más goce, más satisfacción. Esto instaura un círculo vicioso (ya que más goce y más satisfacción es más consumo y más consumo es más goce) que garantiza el funcionamiento del andamiaje capitalista.

Sabemos que el malestar que al parecer acompaña inevitablemente a la existencia humana ha sido objeto de estudio e investigación de diversas disciplinas, surgiendo de ello variados intentos de respuesta a las preguntas -existenciales- que inquietan a los sujetos. ¿Es posible vivir sin malestar, sin sufrimiento o sin angustia? Desde el psicoanálisis, a diferencia de otros discursos, consideramos que la respuesta a tal interrogante radica en el propio sujeto, que cada quien debe elaborarla por sí mismo, en tanto lo que significa el padecimiento en uno difiere del motivo por el cual otro sufre.

Para muchos seduce más la idea de adherirse a una solución ya establecida, por otro, que en cierto punto nos desresponsabiliza de su búsqueda; resulta más sencillo ese camino allanado de adoptar las formas de vida que nos enseñan, en tanto, además, garantiza ser aceptados por esos otros, incluidos en el conjunto de los que funcionan, gozan, de tal o cual manera. Frente a esto, el psicoanálisis invita al sujeto a detenerse para preguntarse si eso es lo que realmente quiere, si esa es la vida que desea o es aquella que de alguna manera se le impuso al modo de un mandato.

En la clínica constatamos que los diversos modos de “mal vivir” son los que llevan a un sujeto a consultar a un analista. Están quienes llegan por enfermarse incesantemente, por hacer síntoma, en su intento por mantenerse inquebrantables en lo que experimentan como el maratón de la vida. Asimismo, hay quienes acuden por no poder disfrutar de la vida, de lo que se tiene, por querer siempre más u otra cosa, o bien -tras alcanzar aquello otro- por descubrir que tampoco radicaba allí la clave de la felicidad, como si la posibilidad de concretar la plenitud se escapara de la mano, desplazándose a otra cosa. Constatación esta de lo metonímico del deseo.

Jacques Lacan, en una entrevista realizada en 1974 titulada “La dificultad de vivir”, precisa que lo que no anda en el hombre de aquel tiempo, es una gran fatiga de vivir como resultado de la carrera hacia el progreso. Cuestión esta que podemos pensar de suma actualidad.

Tal dificultad de vivir se presenta también bajo la modalidad de un sentimiento, el sinsentido. Freud decía que cuando un sujeto empieza a interrogarse sobre el sentido de la vida es que se trata de un enfermo del deseo. Lo que da sentido a la vida del hablante es el deseo; cuando se desea algo con firmeza no se percibe sinsentido alguno, contrariamente, el deseo es la vida del sujeto. Podemos decir entonces que, en cierta manera, el sinsentido tiene algo que ver con el capitalismo, cuya oferta inacabada produce efectos de aplastamiento del deseo. En contraposición, el psicoanálisis apunta a que el sujeto se apropie de su deseo.

(Continuará)

 

 

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