La difícil realidad de la economía argentina obliga a reflexionar sobre cómo también afecta a la sanidad de sus habitantes
La crisis económica y la salud
Tanto la inflación como la devaluación afectan el poder adquisitivo de lagente y, con ello, una serie de cosas más, como el aumento de distintos tipos de enfermedadeLa crisis económica que atraviesa la Argentina desde hace tiempo ha dejado una profunda huella en diversos aspectos de la vida cotidiana de la ciudadanía, empeorándole, sobre todo, su calidad de vida.
Y obviamente, la salud física y mental no son la excepción.
Especialistas aseguran que, entre las manifestaciones más notables, están el deterioro en los hábitos alimenticios, cambios en las relaciones sociales y en las posibilidades de disfrutar de entretenimientos, un declive en la salud, tanto física como mental, y dificultades también para acceder a la educación.
Por esta razón se sugiere que, pese a estas condiciones, se elijan alimentos lo más sanos posible para evitar enfermedades y desgaste en la calidad de vida, sobre todo de los más pequeños, porque son las infancias, así como los adultos mayores, quienes ven afectada su salud más rápidamente. Algo que, sin embargo, los adultos tampoco pueden esquivar, cuando las preocupaciones se incrementan, cuando no se alimentan bien, o cuando no se puede acceder a un servicio de salud económico y de calidad.
Más enfermedades
En situación de crisis económica, la persona que la padece, o que vive en situación de pobreza, se encuentra en una situación de mayor vulnerabilidad, que puede llevarlos hecho a padecer estrés por no poder subsistir adecuadamente, así como por no poder acceder a un servicio de salud idóneo. Esto puede derivar en un deterioro de la salud, que lo puede llevar a padecer diferentes enfermedades como presión alta, insuficiencia cardíaca, diabetes, obesidad, depresión y ansiedad, problemas de piel, problemas menstruales, disfunción eréctil, cefalea crónica, problemas gastrointestinales, entre otras.
Por otra parte, la inflación y la devaluación hacen que lo que comemos y los servicios de salud aumenten de precios, acompañado por un crecimiento salarial muy inferior a esos aumentos. Esta combinación es la tormenta perfecta, que en el último años en el país derivó en una notoria pérdida del poder adquisitivo en el empleo registrado y en el informal. Así, cada vez se registran más enfermedades, y los sistemas de salud se ven rebasados, y más el público, afectando la calidad del servicio, ya que quienes antes tenían una prepaga u obra social ahora deben buscar curarse de manera gratuita.
Sistemas de salud
Oscar Trotta, médico pediatra y académico, en una nota que escribió en Página/12, afirma que “el proceso de desfinanciamiento de las políticas públicas en general y de las políticas de salud en particular, con recortes presupuestarios o congelamiento de partidas, que opera en un contexto de alta inflación como una reducción del aporte presupuestario, impacta fuertemente en la capacidad de respuesta del sistema sanitario a las demandas de salud de la población”.
Además, dice que la salud pública se ve afectada “por los recortes presupuestarios y el aumento de precio en los insumos médicos; en el sistema de obras sociales, con la caída en la recaudación de aportes de los trabajadores a partir del congelamiento de salarios, con acuerdos paritarios por debajo de la inflación o por la pérdida de puestos de trabajo, y en el sector de medicina privada y de prepago por el aumento sideral aplicado a las cuotas por parte de las empresas que obliga a los usuarios a abandonar ese tipo de cobertura”.
En este sentido, menciona que la “crisis que atraviesa hoy el sistema de salud no es producto de una crisis sanitaria como la vivida con la pandemia Covid- 19, ni una crisis generada en el funcionamiento del propio sistema, como puede ser el déficit de recursos humanos o la fragmentación y segmentación de los procesos de atención y gestión, si no es producto de las políticas llevadas adelante por el Gobierno nacional de Javier Milei y el modelo económico”.
Y es que el proceso de desfinanciamiento de las políticas públicas en general y de las políticas de salud en particular, con recortes presupuestarios o congelamiento de partidas, que opera en un contexto de alta inflación como una reducción del aporte presupuestario, impacta fuertemente en la capacidad de respuesta del sistema sanitario a las demandas de salud de la población.
Por eso es importante, también decir que, como indica la Organización Panamericana de la Salud (OPS), se debe “valorar y medir lo que realmente importa, es decir, la prosperidad de las personas y del planeta, y no la búsqueda del crecimiento económico y el aumento del PIB sin tener en cuenta sus consecuencias. La salud para todos no se podrá lograr si los gobiernos no se replantean los aspectos que cabe valorar y no reconfiguran y reorientan la economía hacia el bienestar de las personas y el planeta, utilizando nuevos parámetros”.
Estrés y salud mental
Es así como una situación económica precaria genera una serie de dificultades que afectan no solo las finanzas personales y colectivas, sino también el bienestar psicológico. La incertidumbre sobre el futuro, la pérdida de empleos y el aumento del costo de vida son factores que contribuyen al incremento de trastornos mentales como la ansiedad, el estrés y la depresión. Diversos estudios indican que las tasas de problemas de salud mental tienden a elevarse en tiempos de recesión económica, lo que deja claro que el impacto no se limita a cuestiones materiales.
Además, una mala salud mental, provoca estrés, lo cual deriva en el surgimiento de otras enfermedades. Cabe recordar que el estrés es una reacción natural del organismo ante situaciones que son percibidas como amenazantes, ya sean reales o imaginarias. El estrés puede ser de dos tipos, por un lado, el estrés agudo, el cual es una respuesta inmediata a una situación estresante que generalmente desaparece una vez que el evento ha pasado. Mientras que el estrés crónico es una forma prolongada de esta reacción que puede persistir durante semanas, meses o incluso años, trayendo consigo una serie de efectos nocivos para la salud física y mental a largo plazo Según un informe reciente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), durante períodos de crisis económica, los trastornos de salud mental aumentan hasta un 25%. En países con altos niveles de desempleo, la prevalencia de depresión y ansiedad ha subido significativamente, con un 30% de las personas afectadas presentando síntomas relacionados. Además, un estudio de la Universidad de Harvard destacó que en tiempos de recesión, los casos de suicidio también pueden incrementarse, con tasas que han subido hasta un 10% en algunos países.
Una visión local
Ahora, de acuerdo la psicóloga Silvana Pons, miembro de la Comisión Directiva del Colegio de Psicólogos Villa María “existen diferentes condicionantes que pueden propiciar un contexto favorecer para la estabilidad para la salud mental de la comunidad en general, y hay a su vez otros contextos que la perjudican. Ahora, acá 2 más 2 no es cuatro, porque no es que porque haya dificultades económicas todas las personas van a tener un problema de salud mental y depende de las herramientas psíquicas que cada uno tenga”.
Además, señaló que es importante “transmitir que la indefinición, la inseguridad y la falta de previsibilidad genera un escenario de desconcierto que puede, en algunas personas, propiciar inestabilidad en la salud mental. Porque si una persona no sabe cómo va a resolver sus cuestiones económicas, habitacionales y alimenticias, esa falta de previsión genera inestabilidad emocional. Por eso es importante decir que es posible genera acuerdos, redes y un contexto más amigable y amoroso con el que tenemos al lado, en el tejido social, frente a situaciones que nos están interpelando y vulnerando”. Como sea, la crisis económica que vive la Argentina ha impactado severamente en el acceso a los medicamentos y en el sector de la salud en general.