La difícil situación de los cuentapropistas

Escribe: Daniel Rodríguez
DE NUESTRA REDACCION

 

“Me estoy gastando los últimos ahorros que me quedan”, le dice un vecino a otro en la cola del supermercado. En su rostro se ve un dejo de preocupación. En otra charla, una muchacha destaca que este mes solo le abonarán un 50% del sueldo, tras la posible finalización del período de aislamiento obligatorio realizado por el Gobierno con el deseo de desalentar el contagio de COVID-19.

Tal como estos, muchas familias de la ciudad se encuentran en una situación compleja por una simple razón: si no trabajan, no comen.

Más allá de los anuncios del Gobierno nacional respecto al bono de emergencia, hay muchos a los que tal aporte no les impacta. Bien sabido es que en el país de las “changas” muchos se encuentran realizando su tarea de manera informal. 

Son propietarios de tiendas que aún no pueden empezar a vender las nuevas prendas de inicio de temporada, peluqueros que ya no oyen el ruido de sus tijeras o mecánicos que tienen su taller en silencio.

“Como las casas de repuestos no abren, ni siquiera puedo arreglar los autos con las puertas cerradas”, destacó un mecánico automotriz en diálogo con un periodista de El Diario.

“Algunas personas habían dejado su auto acá, antes de todo esto, pero ya lo vinieron a retirar, entonces no queda otra que esperar”.

En alguna ocasión, personal de Seguridad Ciudadana tuvo que solicitarle a un albañil que retorne a su hogar, ya que no podía estar haciendo lo que estaba haciendo: trabajar.

Tal como sucede en diferentes meridianos, Villa Nueva no es la excepción, pero la cercanía o los meridianos más abreviados generan una mayor visibilidad.

Días atrás, Jacqueline, una vecina, había manifestado a través de las redes sociales: “Hago una pregunta basada en la desesperación que tengo por no poder trabajar. ¿Cómo hacemos los que vivimos sin un sueldo fijo?, ¿cómo sobrevivimos los que trabajamos y cobramos por día?, ¿qué comemos y cómo compramos sin dinero?”.

“No soy beneficiaria de ningún plan de nada, no tengo hijos y tengo una enfermedad crónica”. “Es muy fácil decir que hay que quedarse en casa y es muy difícil hacerlo cuando te hace ruido la panza de hambre”. En cifras del INDEC, el 22% de los hogares argentinos tiene como líder a un asalariado no registrado y de ese global, 43% son pobres y 23% es encabezado por un cuentapropista y el 35% son pobres. Agregando más luz, se puede asegurar que hay aproximadamente cinco millones de trabajadores en negro.

La realidad, que parece bien similar para todos, demuestra que nadie vive la misma situación, claro está. La capacidad de ahorrar se ha vuelto ínfima y el ingreso de dinero en carpinteros, plomeros o electricistas ha desaparecido.

En el medio está la solidaridad de las personas, que todo lo salva. Son comedores, roperos comunitarios o asociaciones que permanentemente colectan y comparten información respecto a alimentos o medicamentos para luego repartirlos, otorgando un paliativo.

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