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Mentira la verdad

Escribe: Marcelo J. Silvera, periodista (ESPECIAL)

En estos tiempos de pandemia con que inició el año 2020, la globalización y el acceso a los contenidos de todo el mundo en la palma de nuestras manos desveló otra infección mundial: la infodemia. El término, acuñado en la Organización Mundial de la Salud, alude a la epidemia informativa que atraviesa a las sociedades de todo el globo terráqueo; la divulgación de noticias falsas que ocupan el lugar de “la verdad”, son creídas, replicadas, multiplicadas y sostenidas.

 

Falta envido y truco. Chiste nacional

Esto no es nuevo. Pero se potenció con las redes sociales. Recordemos los inicios de la década de los 90, año 1992 exactamente, en Argentina una nueva radio cambió las formas de hacer comunicación orientada al público más joven, Rock and Pop había nacido en la Buenos Aires de 1985 que aun estrenaba democracia. Desde sus micrófonos uno de los conductores insignia lanzó una broma que luego intentaría defender como experimento: Mario Pergolini anunciaba la muerte de Phil Collins. La regla primera del periodismo es chequear las fuentes. Pero nadie chequeó y la noticia comenzó a propagarse en otras radios, más tarde en los noticieros de la televisión; la cadena Musimundo, dicen, pidió una gran tanda de discos del fundador de Genesis. Tal vez la primera gran fake news de Argentina demostraba dos cosas: que cualquiera puede inventar una mentira creíble, y que los medios de comunicación no chequeaban.

 

¿Qué ves cuando me ves?

Contrariamente a lo que supone la hipercomunicación, no existe una mayor información mundial sino una mayor cantidad de datos, muchos de los cuales no están chequeados, no contienen fuentes confiables, son inventados, o son meras sospechas de conspiraciones. A esto se suman los que llamo “compartidores compulsivos”, usuarios de redes sociales que con el solo observar de los títulos, reproducen el caldo de cultivo para la infodemia, compartiendo todo contenido que aparezca en línea con sus pensamientos.

Hasta aquí podríamos indicar que se trata de un mal uso de las tecnologías por parte del usuario. Incluso sin una intención deliberada, simplemente mala praxis por falta de formación o de ética informática. Generando desinformación, que a su vez genera desconexión de la realidad, desconexión con el otro, con la otredad, entonces “no sabemos lo que nos pasa y eso es precisamente lo que nos pasa, no saber lo que nos pasa” (Ortega y Gasset, 2012). Sin embargo, detrás de cada fake news hay alguien que la lanzó, con intereses variados, desde la “diversión” de un joven para ver cómo se viraliza cualquier cosa, hasta intentos desestabilizadores.

La proliferación de sitios web de apariencia noticiosa, los portales de creación de noticias falsas, cuentas apócrifas de canales informativos, y las redes sociales, han potenciado la circulación de la infodemia. A la saturación de (des)información estamos todos expuestos, la ciudadanía y los profesionales de la comunicación. En 1996 el psicólogo crítico David Lewis acuñó el síndrome de fatiga de la información, en aquel entonces los trabajadores de la información eran los padecientes, hoy toda la sociedad está inmersa en este cansancio de la información, siendo el principal síntoma la parálisis de la capacidad analítica -la capacidad analítica constituye el pensamiento-.

Byung-Chul Han dedica un capítulo a esta cuestión en uno de sus libros: “El diluvio de información al que hoy estamos expuestos disminuye, sin duda, la capacidad de reducir las cosas a lo esencial. Y, de hecho, pertenece esencialmente al pensamiento la negatividad de la distinción y la selección. Así, el pensamiento es siempre exclusivo” (Han, En el enjambre, 2014). Resalta además que la información ya no es informativa, sino deformativa; la comunicación ya no es comunicativa, sino acumulativa. Y esa acumulación se realiza en la búsqueda de lo igual, de pensamientos ajenos que encajen en los propios pensamientos, o de aquellos datos que den certezas a las propias sospechas, porque “lo igual no duele” (Han, La expulsión de lo distinto, 2016), entonces reemplazamos pensamientos diferentes que pueden generar el dolor de encontrar una verdad que no sea mi verdad por los me gusta, que fomentan la reproducción de los algoritmos de las redes sociales que prosiguen con lo igual.

 

Mentira es la última verdad

En medio de una pandemia, el control de la información circulante debe realizarse acudiendo a las fuentes oficiales. Pero otros factores son propicios para la infodemia: 1-El descrédito de las instituciones y organismos. 2-La mayéutica está en desuso, la información se transmite ya digerida, regurgitada, no provoca a la reflexión, ni a la discusión, es plug-and-play.

El filósofo surcoreano sostiene que la lucha contra el coronavirus está siendo más efectiva en los estados asiáticos “con mentalidad autoritaria, que les viene de su tradición cultural (confucianismo)”, que en estados democráticos europeos, porque los primeros controlan la información: “(…) para enfrentarse al virus los asiáticos apuestan fuertemente por la vigilancia digital. Sospechan que en el big data podría encerrarse un potencial enorme para defenderse de la pandemia. Se podría decir que en Asia las epidemias no las combaten solo los virólogos y epidemiólogos, sino sobre todo también los informáticos y los especialistas en macrodatos. Un cambio de paradigma del que Europa todavía no se ha enterado. Los apologetas de la vigilancia digital proclamarían que el big data salva vidas humanas” (Han, El País, 2020).

El control de la información nos transporta al 1984 de Orwell. Al Big Brother. Al panóptico de Foucault. A aceptar la incapacidad de la Humanidad para cuestionar, discernir, seleccionar y utilizar la capacidad analítica frente a la infodemia. Nos acerca peligrosamente a la censura. Y en definitiva, hace más fuerte las teorías conspirativas que arman la trampa en la espesura del bosque.

Quienes no deberían caer en la trampa de la infodemia son los profesionales de la información, de la comunicación y el saber. El comunicador vive del pensamiento, del propio y del ajeno; exponiendo situaciones, historicidad, información, que no es totalmente accesible a la comunidad toda, o que no es simple de encontrar, o quizá que no es pensada en la cotidianeidad.

Los filósofos, los intelectuales en general, los comunicadores, debemos emular la actitud de los girasoles, siempre apuntando a la luz, buscando la verdad, saliendo del bosque.

Referencias

Han, B.-C. (2014). En el enjambre. Barcelona: Herder.

Han, B.-C. (2016). La expulsión de lo distinto. Barcelona: Herder.

Han, B.-C. (22 de marzo de 2020). El País. Obtenido de https://elpais.com/ideas/2020-03-21/la-emergencia-viral-y-el-mundo-de-manana-byung-chul-han-el-filosofo-surcoreano-que-piensaOrtega y Gasset, J. (2012). En torno a Galileo. Madrid: Tecnos.

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