Preservar nuestra identidad como ciudad

Escribe Jesús Chirino
Nota Nº 618

En Villa María existe un número de construcciones urbanas que posee cierta protección por haber sido declarado parte del patrimonio histórico, cultural o arquitectónico de la ciudad.

Más allá de la efectividad de esa protección, ante la voracidad de la especulación inmobiliaria y sus intereses, sería importante considerar si existen otras construcciones que merecerían ser parte del patrimonio de la ciudad, como también revisar cómo se encaran los proyectos de conservación de ese patrimonio.

 

Destruir el patrimonio es atacar la identidad de la ciudad

Existe legislación local que plantea la existencia de una comisión (actualmente no integrada) que puede recomendar que algunas construcciones sean declaradas como parte del patrimonio cultural, histórico o arquitectónico de la ciudad. Incluso podría generarse normativa que amplíe la composición de la referida comisión, favoreciendo la multidisciplinariedad en la integración de la misma. 

En este sentido podemos considerar la definición que la Unesco, en 1977, formuló acerca de aquello que es considerado “patrimonio cultural” por cada país que integra esa organización. Apegándonos a esta definición y pensando en la escala de la ciudad, podríamos decir que se trata del “conjunto de bienes muebles e inmuebles, materiales e inmateriales, de propiedad de particulares o de instituciones u organismos públicos o semipúblicos que tengan valor excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte, de la ciencia y de la cultura y por lo tanto sean dignos de ser considerados y conservados”. Tomando este único concepto podemos advertir la diversidad de cuestiones a considerarse al momento de declarar qué es patrimonio de la cultura de una ciudad. Siempre hablando de una conservación alejada de la concepción mercantilista de la misma (a la que nos referiremos en otra oportunidad).

La ciudad misma es un producto cultural por excelencia y la pérdida de su patrimonio (y el valor del mismo como signo)  implica un ataque a la memoria colectiva. Es indudable que la preservación del mismo contribuye a la identificación del habitante con su lugar. El patrimonio ayuda que la comunidad preserve su identidad, permitiendo que sus integrantes se identifiquen con ella tanto en lo relacionado con la continuidad cultural como poder sentirse parte de la construcción de esta.

Por otra parte es necesario puntualizar que la conservación patrimonial no es conservadurismo, ni un intento de detener el avance material de una comunidad, por el contrario es armonizar éste con la preservación de lo necesario para que nadie sienta que el paisaje urbano se convierte en algo extraño. Es por ello que si hablamos de patrimonio  material, este puede ser un gran monumento, una calle, un área, un paisaje, un edificio, una plaza, un conjunto arquitectónico, una zona con su flora y fauna.

 

La multidisciplinariedad al servicio de la conservación

Cuando se plantea la modificación de construcciones urbanas protegidas, como parte del patrimonio arquitectónico, cultural y/o histórico de la ciudad no siempre se cuidan todos los aspectos de la conservación. No solo tiende a forzarse el texto de las ordenanza vigentes, otorgándole interpretaciones sesgadas, a fin de derribar lo más que se pueda de las construcciones antiguas, sino que a la hora de considerar los profesionales que tendrán a cargo las tareas, no suele tenerse en cuenta la rigurosidad académica o la experticia en la prácticas similares.

Así suele derivarse en una ausencia de metodologías propias de la conservación. Es decir que puede verse obviada tanto la especialización como la multidisciplinariedad necesaria a la hora de diseñar, desarrollar, evaluar y comparar proyectos de intervención. Es más, los proyectos que se presentan suelen quedar en manos de profesiones y artes liberales dejando de lado tanto las ciencias exactas como las sociales.

Los arquitectos Alicia Fernández Boan y Alberto A. Alfaro, en su libro “Principios y técnicas de conservación. Patrimonio arquitectónico argentino 1850-1950”, en relación a las construcciones de ese período fundamentan  que “los procesos de degradación natural, el insuficiente o inadecuado mantenimiento, la desvalorización y la pérdida de significado, el cese de las funciones originales o el cambio de necesidades, el mal uso y la especulación inmobiliaria desmedida, han afectado este valioso patrimonio arquitectónico, lo han disminuido o colocado en riesgo, obligando en cada caso a vigorosas acciones que reviertan cada situación”.

Estos especialistas en la conservación patrimonial, que poseen experiencia en la materia y  antecedentes académicos demostrables, señalan la necesidad de la fundamentación teórica y la interrelación de conocimientos en toda intervención. Es decir con el entusiasmo y las titulaciones de bases, resulta importante la especialización con antecedentes demostrables y la interdisciplinariedad para el desarrollo de proyectos sólidos cuya ejecución lleven a una conservación real de esos verdaderos signos que son los edificios que permiten, entre otras cosas, comunicaciones intergeneracionales.

De otra manera puede caerse, por ejemplo, en considerar la conservación como algo de valor de cambio o de consumo y entonces tender sólo a la preservación de bienes considerados  atractivos por curiosidad o extravagancia  y quedar lejos de equilibrar la necesidad de cambio y la preservación de los elementos identificatorios que aseguren la continuidad histórica de un entorno urbano determinado.

 

Algunas construcciones se perdieron otras aún pueden conservarse

En la ciudad de Villa María, que ha perdido construcciones que supuestamente estaban protegidas por considerarse parte del patrimonio de la misma, existen otras que bien podrían considerarse para ser sumadas a ese conjunto por su importancia histórica, cultural y/o arquitectónica.

Un caso sería la Escuela Doctor Nicolás Avellaneda, ex Nacional 296, situada al 2300 de la calle Buenos Aires. Es la única de su tipo en la ciudad y su edificio es un documento de época, en su estructura se volcó una idea de la educación pública; los materiales e instalaciones con las cuales contó originalmente habla de la idea que se tenía acerca del rol del Estado en lo educativo. Otra construcción que podría considerarse, es el antiguo edificio del Hospital Pasteur ubicado en calle Mendoza.

En la entrada tiene escrito el año 1926, fecha de la construcción de una de sus alas. Se trata de una construcción con importancia histórica tanto para la ciudad como la región.

Existen otros numerosos  casos para ser considerados como patrimonio, valga como ejemplo el trazado urbano del plano de la ciudad aprobado al inicio de los años 80 del siglo XIX. Ese trazado, con una pequeña ampliación del original de 1867, ya sufrió algunas modificaciones pero resulta importante conservar lo existente.

Amén de estos ejemplos, existen varias elementos urbanos que están en las mismas condiciones y podrán ser evaluados a fin de ser protegidos como parte del patrimonio de la ciudad. Son aquellos elementos que hacen que Villa María mantenga sus mejores particularidades urbanas. 

 

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