Un despliegue de maldad insolente

Escribe Nancy Musa

De nuestra Redacción

Siglo XXI, cambalache, problemático y febril. Siglo XXI, de peces gordos que vuelan y corderos que caen del cielo. Dale nomás, dale que va.

El quinto aniversario de la muerte del fiscal Alberto Nisman fue el escenario elegido por parte de la oposición al Gobierno nacional para realizar su acto político. No vamos a entrar en detalles sobre el expediente judicial que sigue sin resolución. No somos expertos en la materia para tirar un supuesto veredicto.

Sin embargo, parte de los que se reunieron frente al Teatro Colón no dudaron, ni por un segundo, en condenar con insultos a los que ellos imaginan culpables. “Asesina”, gritaban algunos que paradójicamente pedían justicia y decían defender la democracia.

El principio de inocencia no parece estar en el manual de ética republicana que pregonan diariamente.

Cuánta sabiduría en la letra de tu tango, Discepolín. “Pero que el siglo veinte, es un despliegue de maldad insolente, ya no hay quien lo niegue. Vivimos revolcaos en un merengue, y en el mismo lodo, todos manoseaos.”

En la plaza del Vaticano, lugar elegido para el homenaje a Nisman, hubo seguramente buenas intenciones, pero también se filtró la maldad insolente. La maldad de aquellos que en los últimos años han difamado, sin límites, a la actual vicepresidenta Cristina Fernández.

La muerte de Nisman fue utilizada una y otra vez para atacar sin piedad al peronismo y, principalmente, a Cristina. En los últimos cuatro años gobernaron los que hoy exigen respuestas, los que hoy se consideran republicanos, los que hoy dan cátedras para resolver los graves problemas que dejaron.

Es sano pedir justicia. Nadie lo pone en duda. Es insano el odio. Nadie lo puede poner en duda. Porque los dirigentes que lo fomentan deberían ser ejemplo para una buena convivencia dentro de las reglas de la democracia que con mucho dolor conseguimos en 1983.

No lo son, no son ejemplo. Siguen predicando el merengue y el manoseo en el mismo lodo para llevar agua a su estanque.

Levantando la bandera de la justicia estaban en primera fila la titular del PRO, Patricia Bullrich, y la líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió. Ninguna de las dos se preocupó demasiado por conocer la verdad sobre diversas muertes ocurridas durante su gestión de gobierno, ni hace falta enumerarlas y las dos están mencionadas en la causa sobre espionaje que tramita Alejo Ramos Padilla. Expediente que investiga el “armado” de causas contra exfuncionarios.

Y allí estaban el sábado, sonrientes, desafiantes, haciendo gala de una conducta irreprochable.

“¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón!”. La utilización política de un hecho tan doloroso para agredir al gobierno electo en las urnas, de por sí transgrede los códigos de la ética.

Nisman, para esa dirigencia, es la excusa. No terminan de entender la derrota, no logran digerir que hayan vuelto, y por el voto popular, los que ellos habían condenado a muerte eterna con el famoso “no vuelven más”.

Y recurro, nuevamente, a Enrique Santos Discépolo.

 

“Yo no lo inventé a Perón, vos lo creaste”

El 10 de noviembre de 1951, un día antes de las elecciones presidenciales que Perón ganó con el 63,4% de los sufragios, Enrique Santos Discépolo hizo su último monólogo del espacio radial ¿A mí me las vas a contar? Le hablaba a un personaje llamado Mordisquito, símbolo del antiperonismo de la época.

El texto comenzaba así: “Yo no lo inventé a Perón ni a Eva Perón. Los trajo la injusticia que presidía el país... En un país milagroso de rico, arriba y abajo del suelo, la gente muerta de hambre”.

En otro de los párrafos, Discépolo señaló: “El fracaso -por no decir la infamia- de los pajarones fue lo que trajo como una defensa a Perón y Eva Perón. Pero no fui yo quien los inventó”.

Hoy, rememorando esa frase podríamos pensar, salvando los casi 70 años de historia, que el “fracaso, por no decir la infamia, de los que gobernaron, trajo como una defensa a Alberto Fernández y Cristina Fernández”.

Y ese es el nudo más difícil de desenlazar: reconocer el propio fracaso. Sentir que el pueblo les dio un mandato, depositó su confianza en 2015, en 2017, y no supieron conservarla, no pudieron o no quisieron.

Si volvieron los peronistas, fue por la estulticia de los que durante cuatro años fueron gobierno, tuvieron todo el poder y lo usaron para endeudarnos, empobrecernos más y hacernos retroceder al siglo pasado.

 

La caja de Pandora

“Abras lo que abras, te encontrás con cosas sorprendentes. Esto es una caja de Pandora”, indicó por lo bajo un allegado al Gobierno nacional. El hombre se refirió a los “enjuagues” de la administración anterior, la mayoría “favoreciendo a los amigos”. Palabras más, palabras menos.

Algunos temas se hicieron públicos, caso AYSA y los pagos a Boca Juniors para “invitar periodistas” o los contratos con funcionarios que no quieren abandonar su cargo, entre otras cuestiones.

Por el momento, no tienen pensado dar a conocer el contenido de la caja de sorpresas. “El Gobierno hoy tiene otras prioridades, recomponer la economía, la acción social, salud, educación”, resaltó nuestro interlocutor. Las prioridades son muy complejas.

Entre ellas está la deuda y en ese espectro están las provincias. ¿Cómo hacemos para evitar el default que ya fue perfilado por el gobierno anterior?

Hasta el momento, la oposición no ha demostrado deseos de acompañar el desastre que ellos mismos dejaron.

¿Cuánto debe la provincia de Córdoba?, fue la pregunta. “Casi 60 mil millones de pesos”, respondieron aclarando que van a pagar los vencimientos de este año.

El ministro del Interior, Wado de Pedro, estuvo reunido con el gobernador Juan Schiaretti y con el senador Carlos Caserio.

¿Hubo acercamiento? Nadie de los consultados puede asegurarlo.

La política sigue siendo una caja de sorpresas.

 

La reforma judicial

Un tema controvertido llegará al Congreso antes del día final de enero. Se viene la reforma judicial y con ella un debate que hará caer todas las máscaras de estos días de Carnaval.

Dicen, comentan, que el controvertido fiscal José María Campagnoli es uno de los asesores de Gustavo Béliz, el ideólogo de la transformación del fuero judicial. Dicen, comentan, susurran.

Reformar la Justicia es un golpe directo al corazón de las corporaciones. El fuero judicial y la Agencia de Servicios de Inteligencia son los talones de Aquiles de cualquier gobierno.

¿Lo logrará Alberto?... Misterio.

La política es una caja de sorpresas. Y cuando se abra, descubriremos lo que nunca quisimos ver... lo que nunca vimos.

Como escribió Discepolín hace más de 100 años: “Igual que en la vidriera irrespetuosa

de los cambalaches se ha mezclao la vida, y herida por un sable sin remache

ves llorar la Biblia junto a un calefón”.

Siglo XXI, cambalache. Un despliegue de maldad insolente.

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