MEMORIA - Reforma Universitaria

Entrevista a Jorge Torres Roggero

En la semana concluida se cumplieron 103 años de la Reforma Universitaria, que nuestro entrevistado, profesor emérito de la Universidad Nacional de Córdoba, considera “un impulso redentorista y liberador de la juventud universitaria de Córdoba, Argentina y América Latina”. La revisión histórica, como una manera de iluminar el porvenir

 

Escribe Normand Argarate* ESPECIAL PARA EL DIARIO

 

El 15 de junio de 1918, con la Universidad Nacional de Córdoba intervenida por una ola creciente de protestas estudiantiles iniciadas a finales del año anterior, y ante la decisión de anular los resultados de las elecciones que proclamaban las nuevas autoridades educativas, los estudiantes se declararon en rebeldía e iniciaron una huelga y toma de edificio que produciría un movimiento que se extendería por todo el continente latinoamericano. A 103 años de aquel acontecimiento consultamos al doctor en Literatura Moderna, Jorge Torres Roggero, profesor emérito de la Universidad Nacional de Córdoba, autor de numerosos ensayos y libros de poemas, y quizás uno de los pensadores cordobeses que más ha indagado sobre este período de la historia de Córdoba

-¿Cómo caracterizaría el movimiento conocido como Reforma Universitaria?

-La Reforma Universitaria fue un impulso redentorista y liberador de la juventud universitaria de Córdoba, Argentina y América Latina. Tras la Revolución Mexicana, la Gran Guerra y la Revolución Rusa, toma la palabra la juventud en nombre de una nueva sensibilidad.

En el ámbito estrictamente universitario, es una rebelión contra la burocracia de una oligarquía que se había adueñado de las cátedras como de un bien hereditario y contra el dogmatismo tanto clerical como cientificista. La juventud reclama “maestros”; no quiere más, son sus palabras, “sobadores de textos”, “fríos coleccionistas de saber”, “domésticos doctorados”, “dómines verbalistas”, “parásitos de la cultura”, “mutiladores de la vida”. Es un relato abierto al futuro. Rechazan, por lo tanto, un magisterio que “tiraniza, insensibiliza, seniliza y burocratiza” la cátedra. Por eso, el manifiesto postula: “En adelante, solo podrán ser maestros en la futura república universitaria los verdaderos constructores de almas, los creadores de verdad, de belleza y de bien”.

-En su libro “La poética de la Reforma Universitaria”, analiza las tramas discursivas que recorre la rebelión estudiantil. ¿Podría sintetizarnos cuáles son esas ideas recurrentes?

-La elección de la antigua tríada (verdad, belleza y bien), el tono profético referido a la decadencia de Europa, sumida en la guerra y la explotación del hombre, es consecuencia de la apropiación de la propiedad y el Estado por la burguesía, el militarismo y el clero, dice Taborda en “Reflexiones sobre ideal político de América”. Y agrega: “Europa ha llenado con su nombre 20 siglos de historia, pero todos los siglos que llegan pertenecen a la gloria de América”. En la escritura y en la oratoria reformista prevalece, en consecuencia, el discurso auguralista del modernismo-arielismo (Rubén Darío, Rodó) y la utopía anarquista de la rebelión contra el Estado por ser una creación capitalista. Taborda elige como guías a Platón, Kropotkin y al krausista Rafael Altamira. Deodoro Roca, por su parte, sostiene que “necesitamos maestros a la manera socrática”. Son “los que comprendieron el sentido profundo de la vida”. Circula, entonces, en lo que llamo “poética de la Reforma Universitaria”, una polémica interna entre la postura de una vanguardia vitalista y la estética modernista que explico largamente en mi libro.

-¿Cuál cree que fueron las repercusiones políticas de la reforma de 1918?

-Hubo tres vanguardias que reivindicaban la “vida” como fundamento de libertad, democratización y despliegue de las posibilidades de encuentro entre estética, saber y justicia social. La estética corresponde a los vanguardistas que vienen a democratizar las normas de la vieja retórica (revistas “Prisma”, “Martín Fierro”). Los jóvenes reformistas, por su parte, son los que abren las puertas a lo que viene, “toman lo suyo sin pedírselo a nadie” y unen los estudiantes revolucionarios con la “sangre generosa de los obreros” en la calle.

El entrevistado, en el curso de una de sus conferencias

Periodicemos modo retrospectivo: 1922, vanguardias artísticas; 1918, vanguardias estudiantiles. Pero hay una vanguardia predecesora sin la cual carecen de sustento las dos mencionadas arriba. En 1916, surge una nueva fuerza social. Según el reformista socialista Julio V. González, se manifiesta como “rumor de la tierra” y “tiniebla del futuro”. Es un factor propio de nuestro país: se trata del advenimiento del radicalismo al poder. Llegaba, sostiene González, con el ímpetu y la ceguera de las corrientes renovadoras. Lo califica como “avasallador y brutal”. Despreció las instituciones, destruyó todas las normas, escarneció todos los hombres del régimen que abatía. No traía nada, llegaba a destruir. Era una fuerza demagógica, anárquica, disolvente; era la sensibilidad popular llegando al gobierno.

La gesta histórica, rememorada en la actualidad en una pared del barrio cordobés de Alberdi

En esa pieza oratoria, Julio V. González muestra una enfática lucidez analítica y, al mismo tiempo, las limitaciones que, desde su nacimiento (“ab ovo”) caracterizan a la Reforma: la incomprensión de los gobiernos populares. Por eso conspirará y participará activamente (salvo excepciones individuales) en el derrocamiento de Yrigoyen y Perón.

-¿Cuáles fueron los factores culturales para que se produjera el estallido? ¿Cómo definiría Ud. a la ciudad de Córdoba en ese momento?

-Desde la generación del 80 se produce en Córdoba cierta laicización de un sector de la oligarquía gobernante que entra en contradicción consigo misma. La polémica entre católicos y liberales, la aparición de los inmigrantes, la presencia de los sindicatos y las ideas libertarias, hacen de Córdoba una ciudad moderna. No era ya la ciudad beata: se construyen diques, avanzan las líneas férreas, crece la clase media criollo-inmigratoria, prosperan las industrias de la cal, del calzado, las cervecerías. Advienen los tranvías. La escuela normal (Carbó), la Academia de Artes, promueven a la mujer en la profesión docente. Las universidades argentinas pasan de cinco mil estudiantes en 1910, a 12 mil en 1920. (¡Pensar que hoy en la UNC, solamente, concurren más de 100 mil alumnos!) Proliferan organizaciones culturales. En fin, debe recordarse que, en la Universidad de Córdoba, ya hubo rebeliones estudiantiles a finales del S.XVIII, en época de Deán Funes. El reformista peruano Antenor Orrego postulaba que Córdoba fue la ubicación fortuita de un impulso vital que estaba pugnando y madurándose en todo el continente. De ahí su repercusión y contaminación ecuménicas.

-Hoy la Reforma parece un hecho borroso en la memoria colectiva. ¿Encuentra algún rastro de ese momento en nuestro presente?

-Queda en pie, aparte de las conquistas de los claustros que todos conocemos y practicamos, la tensión hacia la Patria Grande, el haber retomado la epopeya de San Martín y Bolívar como impulso y utopía, y no como realidad dada y conclusa. Aquí corresponde vindicar a los reformistas peruanos, a Raúl Haya de la Torre y a las universidades populares “González Prada”. Hoy se vuelve a hablar de ellas y se propende a su restauración. Pero no de abajo para arriba, sino de arriba para abajo. No es lo mejor, pero es. Los reformistas peruanos, César Vallejo, Antenor Orrego, José Carlos Mariátegui, Raúl Haya de la Torre, “andinizan” el pensamiento europeo hegemónico (anarquismo, marxismo) y descubren que, en América, el pueblo explotado es el indio, el cabecita negra.

-¿Quiénes fueron los principales protagonistas?

-En Córdoba, recordamos, entre otros, a Enrique Barros, Deodoro Roca, Tomás Bordones, Arturo Orgaz, Gregorio Bermann, Arturo Capdevila. Percibimos luces, sombras, vaivenes ideológicos, pero no renuncian al impulso vital inicial. Algunos se burocratizan tempranamente (los georgistas Orgaz, Capdevila); otros, entran en frecuentes contradicciones (Roca); otros, persisten en una denuncia permanente contra la traición al ideal reformista (Barros, Bordones).

Ahora, de acuerdo a mi criterio, quien sostiene hasta el final los ideales y la fe creadora de la Reforma es Saúl Taborda. Además, se proyecta en discípulos y en obras. El descubre, a mediados de la década infame, el “espíritu facúndico” y la tradición comunalista criolla. Ilumina, así, sus investigaciones pedagógicas. Nacen, de este modo, institutos educacionales pioneros en renovación pedagógica tanto en la ciudad de Córdoba como en Villa María. Difunde también una propuesta política revolucionaria destinada a sustituir el democratismo anglosajón de la oligarquía. La titula “Temario del comunalismo federalista”: una utopía de raíz criolla en que resuena la vertiente vital del anarquismo del 18 y el principio federativo de Proudhon.

-¿Qué correspondencias analizaría entre la Reforma y el Cordobazo?

-En el 18 se frustró, no había llegado la hora a pesar de incipientes luchas comunes, una universidad abierta a los trabajadores. Algunos reformistas yrigoyenistas, después de 1930 (Homero Manzi, Arturo Jauretche, Gabriel del Mazo, entre otros) fundaron un fecundo movimiento político; FORJA. Ellos fueron la columna inicial del movimiento nacional, popular y democrático del 17 de octubre de 1945. Hicieron, en su momento, una importante contribución a la ampliación del concepto de pueblo. Falta estudiar esta veta de la Reforma. El peronismo, que fue acusado por la FUA oficial, el reformismo burocratizado, de “dictadura de las alpargatas”, decretó la gratuidad de la enseñanza universitaria, fundó la Universidad Obrera e industrializó a Córdoba. Eso procuró que en las jornadas del Cordobazo hubiera un poderoso núcleo de estudiantes que eran a la vez trabajadores. Trabajaban tanto en las grandes fábricas metalmecánicas y en las autopartistas, como en los emprendimientos del Estado: los talleres ferroviarios, FORJA y en las industrias mecánicas del Estado (aviones, motos, rastrojeros). Eso permitió una interpenetración social que, a pesar de trágicos avatares históricos, persiste.

*Periodista, escritor

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