DESTINOS/Cosquín

Entre folclore, río y Pan de Azúcar

Hogar del Festival Nacional del Folclore, la ciudad respira costumbrismo todo el año. A eso le añade un río precioso con sus balnearios, el mítico cerro, más montañas y hasta estancias rurales

Escribe Pepo Garay
Especial para El Diario

Cosquín es la Capital Nacional del Folclore, con su ilustre festival alegrando las noches de enero. Y también es balnearios bendecidos por el río que le da nombre a la ciudad. Y también es el vecino cerro Pan de Azúcar, todo un ícono de Córdoba. Y también es estancias, ideales para hacer un poco de turismo rural. Y también… en fin, que buenas razones tiene la localidad punillense para hacerse merecedora de una visita.

Ubicada 195 kilómetros al norte de Villa María, en la plenitud del Valle de Punilla, lo primero que se aprecia en Cosquín es su calle principal, la San Martín.

Allí, tan movida la arteria, ya se aprecia vital la esencia del bonito municipio y su alma de pueblo y campo, que se mezclan con el movimiento que le da el turismo, llenando restaurantes, barcitos y casas de ventas de alfajores de recuerdos. Marcan el perfil la bella plaza San Martín, el soberbio telón de fondo que regala la cadena de las Sierras Chicas y, por supuesto, la plaza Próspero Molina, uno de los máximos emblemas de la música nacional.

Repleto de gloria, el anciano anfiteatro aloja cada verano el Festival Nacional de Folclore, cuya mística habita también el resto del año. Pecado es pasar por aquellos pagos y no entrar a conocerlo.

En tal marco de cosas, se lucen las “Esquinas Homenaje”, que rinden tributo a leyendas como Horacio Guarany, Jorge Cafrune, Eduardo Falú o Los Chalchaleros, y las estatuas dedicadas a Mercedes Sosa y Atahualpa Yupanqui, por ejemplo. El resto lo hacen los bares-peñas, por donde desfilan cantores y guitarreros a lo largo del año.

 

La frescura del viejo río

Claro que a los calores no se los cura con eso (al menos de día), y de ahí que el gentío se dirija raudo a los múltiples balnearios locales. La frescura del viejo río Cosquín (el mismo que “fue testigo quieto de un desengaño”, al decir de Hernán Figueroa Reyes), se apiada de los cuerpos dorados al sol, y entre ollitas, piedras y pequeñas cascadas hace que las mañanas, siestas y tardes se vivan a pleno en las playas más importantes.

Al respecto, destacan sitios como el Piedras Azules, La Toma, Azud Nivelador, Onofre Marimín, San Buenaventura, Santa Teresita y la Juntura de los Ríos, por solo nombrar algunos. Este último es conocido entre la paisanada por su entorno mágico, justo donde el Cosquín mezcla virtudes con el San Francisco y el Yuspe, cerquita justamente de la Reserva Ecológica Cuenca Hídrica del Río Yuspe.

 

El coloso gentil

En varios de aquellos puntos, con el torrente de testigo, brilla con luz propia la montaña en general, y el cerro Pan de Azúcar en particular. Sinónimo de Cosquín, el coloso protagoniza las postales de la región inmediata, gentil y adonis con sus casi 1.300 metros de altura sobre el nivel del mar.

La buena noticia para los que no sean amantes del caminar, es que para domarle la cúspide al cerro no hace falta tantísimo esfuerzo. Desde el centro, son unos ocho kilómetros de subida en auto (cuatro de ellos de asfalto), con final en curvas. En la cima surge el Complejo de la Aerosilla (también se puede llegar con este medio de transporte), y la posibilidad de contemplar la urbe y el Valle de Punilla (con las Sierras Grandes al oeste), fulgurando a sus anchas.

 

Aires camperos

Para el final, queda acercarse a las estancias, y vivir en carne propia el bucólico espíritu gaucho de esta parte del mapa.

En tal sentido, podemos nombrar quintas como La Niña Rubia (1875), la Próspero Molina (1840), La Victoria (fines del siglo XIX), La Huelga (ubicada en pleno centro, hoy apenas queda la vivienda principal), la Pedro Ortiz y la Vilchez (cuyas marcas iniciales corresponden al siglo XVII, lo que la convierten, nada menos, que en el primer asentamiento de la “Villa de Cosquín”).

 

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