JUANA MOLINA participó ayer del Congreso de Música en la UNVM

“Yo me hice a los ponchazos”

La destacada artista brindó la primera conversación abierta del evento
viernes, 16 de agosto de 2019 · 09:05

Juana Molina se hallaba en un aula del Campus de la UNVM dialogando con periodistas locales tras brindar una charla en el primer día del Congreso Latinoamericano de Formación en Música Popular.

Reflexionaba sobre la modalidad actual de consumo sonoro, por la cual conocemos más bien los temas de a uno y no dentro de un disco y también acerca de la emoción que le imprime un músico particular a diferencia de otro. “Hay música que te queda en la cabeza porque te machacan hasta que te la acuerdes. Hay música que vos la ponés en una fiesta y hay otra que te la ponés para escucharla vos solo, como Violeta Parra”.

Cuando terminó de pronunciar el nombre de la recordada cantautora chilena, sus ojos se llenaron súbitamente de lágrimas. Acto seguido, tomó una botella de agua que tenía a su lado y la elevó a modo de brindis improvisado: “Por Violeta”.

 

Sobre influencias

La destacada música, que fuera reconocida en puntos distantes del planeta como Japón y Estados Unidos, fue invitada a la séptima edición del evento que se extenderá hasta mañana, con el eje temático “Mediatización tecnológica: nuevas formas de pensar la composición, interpretación y enseñanza de la música”.

En primer lugar dialogó abiertamente con Claudio Vittore, el responsable de la carrera de Música, sobre sus inicios en la música y sus experimentaciones con texturas electrónicas.

“Mi papá (el cantor Horacio Molina) no fue influencia mía porque empezó a cantar boleros y tangos de grande. El quedó al margen de los géneros. Pero sí mis padres eran grandes melómanos y se escuchaba mucha música. Empecé de chica a tocar la guitarra y a componer o a crear con mi hermana. De 13 a los 19 años vivimos en Francia así que allí descubrí, mediante las radios de allá, muchísimas música del mundo que yo grababa en casetes, los cuales muchos se perdieron pero algo me quedaron, como música de pigmeos, de las Islas Salomón o canciones de cuna de Asia Menor y el este de Africa que me volaban la cabeza. Como también mucha música brasileña y el disco ‘Mateo solo bien se lame’ de (el uruguayo) Eduardo Mateo. Los sonidos electrónicos llegaron mucho después. Al principio los sintetizadores, en los años 80, hacían muchos efectos que me disgustaban hasta que Alejandro Franov me hizo entender que había una amplia variedad de sonidos. Sé que me adjudican como música electrónica, pero no lo soy porque no sabía programar de ese modo. No obstante, sí fui adentrándome en esos sonidos como en los ‘loops’ (repetición de un sonido grabado). Yo quería tener algún aparato que me permitiera tocar y grabar en vivo lo que yo quería transmitir que eran canciones lineales, porque me imaginaba que si tocaba un músico más se iba a embolar. Hasta que a principios de los 2000 descubrí el pedal con voz y ahí realmente me fasciné. Hasta me compré dos. Después, en el escenario, según decía mi viejo, parecía una secretaria, porque tocaba teclados y pedales y cantaba sin parar”.

 

Lidiar con prejuicios

Ante los medios, Molina precisó: “Yo no tengo formación académica, para nada. Todo es de oído aunque sí conocí varios métodos de guitarra, por ejemplo. Sí me hubiese encantado saber de armonía. Antes de venir aquí pregunté: ‘¿Para qué me invitan? ¿De qué puedo hablar?’. Pero al final la pasé muy bien”, acotó.

Comentó que en los primeros tiempos tuvo que lidiar con la prensa que la “mataba” por haber dejado su carrera como actriz (había sido furor con el programa “Juana y sus hermanas”), y lidiar con sus propios prejuicios: “Tenía cierta vanidad al pensar que la gente se debía subyugar con mi música,  pero a la vez me resguardaba por miedo a las críticas. Al principio mis conciertos eran espantosos, la pasaba mal, puteaba. Después entendí que el mambo que tenía la gente no tenía que ver conmigo. Luego, tras sacar ‘Segundo’ con el que me había ido bien, tenía la presión de sacar otro: si es igual iban a criticarlo por eso y si es distinto van a decir que nada que ver. Digamos que me hice a los ponchazos”.

En cuanto a anécdotas indicó que le sorprendió en disquerías de Japón, además de descubrir un póster suyo enorme, descubrió que su disco estaba como en ocho bateas distintas. Mientras que en otras partes, la prensa especializada le bajaba un punto a su disco “por no entender la letra”. “Por eso, al último disco, ‘Halo’, lo mandamos con un gacetilla con todas las letras traducidas al inglés. Y ahí me devolvieron ese puntito”, dijo entre risas.

A los jóvenes músicos recomendó: “Primero, confianza en lo que uno hace pero también un poco de autocrítica. Y trabajar mucho; no desesperarse a mostrar el material”.

 

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