Recuerdo - Cuando los Massetti hospedaron a Eva Duarte

El Gran Premio, Evita y Villa María

El mes próximo se cumplirán 80 años de la Buenos Aires - Lima - Buenos Aires, una legendaria carrera del Turismo Carretera que le dio fama internacional a Juan Manuel Fangio. Una familia villamariense tuvo mucho que ver en sus preparativos
lunes, 3 de agosto de 2020 · 09:30

Escribe Juan Carlos Seia De nuestra Redacción

 

La familia Massetti está arraigada a la historia de Villa María por las vivencias de sus numerosos miembros, desde que llegaron de San Rafael, Mendoza, en la década del 30.

En lo comercial representaron durante cuatro décadas a la marca de automóviles Ford y luego a Chrysler. En lo institucional se los recuerda como impulsores desde su fundación del Cuerpo de Bomberos Voluntarios. Asimismo, han sido animadores de justas automovilísticas y sus descendientes incursionaron en distintas disciplinas profesionales, deportivas y artísticas.

En el historial empresario entrecruzado con lo deportivo hubo un episodio protagonizado por un Massetti que es anécdota recurrente de las charlas familiares, transmitidas de generación en generación.

Ocurrió en 1939, cuando Enrique, de solo 18 años, acompañó a Emilio Karstulovic -un as del automovilismo de la época- a diseñar y recorrer en un Ford Mercury modelo 1936 el itinerario del que luego sería el Gran Premio Internacional del Norte, una carrera que unió Buenos Aires con Lima un año después, que fue ganada por Juan Manuel Fangio, y que significó el espaldarazo necesario para que el Chueco siguiera su carrera en la Fórmula 1.

El mapa de ida y vuelta a la capital peruana fue garabateado en una mesa de la casa de los Massetti, situada en calle Santa Fe, donde hoy están los estudios de Radio Villa María.

Karstulovic había ganado el Gran Premio de Turismo Carretera de 1934 y, además de corredor, era el director de una popular revista de actualidad denominada “Sintonía”, a la vez que un personaje de la farándula, con fama de seductor. Su visita a Villa María fue en compañía de su pareja: una ascendente actriz de 20 años, cuyo nombre siete años después ingresaría a la historia política y social argentina y universal: era Eva Duarte.

Kartulo, como le decían sus amigos, permaneció en la casa de los Massetti varios días, lo que provocó la impaciencia de la actriz, que quería retornar a Buenos Aires. Lo que al principio fue solo un pedido, con el correr de las horas se transformó en una airada pelea de la pareja. Enrique Massetti, quien había heredado de su padre José la devoción por la conducción de automóviles, se ofreció para llevar a Eva de regreso, y al día siguiente la joven artista caminaba de nuevo por la Capital, tras despedirse de su chofer provinciano con un: “Gordo, te debo una, fuiste muy amable en traerme a Buenos Aires. Te prometo que te voy a devolver el favor. Si alguna vez necesitás algo, no dudes en llamarme. Muchas gracias”.

Un retrato promocional de Eva en su época de actriz

De regreso a su casa, el joven terminó de acordar con el yugoslavo Karstulovic los detalles del recorrido para inspeccionar la ruta hacia el país de los incas. Enrique, flamante egresado como mecánico, sería un acompañante apropiado para Kartulo, junto a una tercera persona, fotógrafo de profesión, que tendría la misión de registrar imágenes de la escarpada geografía andina.

El padre de Enrique, José Massetti, titular de la agencia Ford, aportó su cupé Mercury, la misma que devolvió a la futura Evita a la metrópoli, y al poco tiempo los tres hombres partieron al altiplano.

Don José fue uno de los pioneros del automovilismo deportivo en la Argentina, y a lo largo de los años trabó amistad con Karstulovic, quien a través de su revista promocionaba las carreras de largo aliento, como una forma de popularizar las flamantes carreteras que serpenteaban Sudamérica. La Buenos Aires - Lima fue el antecedente de la carrera a Caracas, que años más tarde ganaría Toscanito Marimón.

La desaparecida revista “El Gráfico” sentenció cierta vez: “El país no tenía caminos. Había que inventarlos. Por ellos avanzaría después el progreso. Alguien tenía que hacerlo. Fue Emilio Karstulovic. Anduvo donde nadie antes con los precarios automóviles de la época. Descubrió lugares, caminos y huellas. Por ellas marcharon luego los pioneros de nuestro automovilismo y en ellas se convirtieron en ídolos. El inolvidable Kartulo les indicó la ruta”.

 

En la ruta nacional 9

La ruta nacional 9 a su paso por Villa María había sido inaugurada en 1937, con la presencia del presidente de la Nación, Agustín Justo.

La inspección del camino al Perú fue toda una aventura, ya que solo algunos tramos estaban pavimentados, y el resto variaba entre segmentos ripiados y precarias sendas de tierra.

El viaje del Mercury fue profusamente publicado con textos y fotografías en las páginas de “Sintonía”, y el Automóvil Club Argentino, así como clubes similares de Bolivia y Perú apoyaron entonces el raid, en el que se inscribieron los más prominentes volantes de la época, entre ellos los hermanos Juan y Oscar Gálvez, que protagonizarían una larga rivalidad con Fangio.

La competencia quedó para el balcarceño, con un Chevrolet, que  empleó una suma de 109 horas en recorrer los 9.445 kilómetros. Su promedio general fue de 86,2 kilómetros por hora.

Karstulovic y Massetti se anotaron en el Gran Premio, pero desertaron en la primera etapa, que se largó desde el estadio de River Plate el 27 de septiembre, casualmente en el cumpleaños de Villa María. De los rigores del camino por los tres países habla el resultado de la travesía Buenos Aires - Lima - Buenos Aires: de 92 competidores, solo llegaron a la Basílica de Luján 32. A lo largo de 12 etapas se sucedieron numerosos accidentes, algunos con consecuencias fatales.

Enrique siguió ligado a la agencia que ocupaba un cuarto de manzana en la esquina de Santa Fe y Lisandro de la Torre. El episodio con Eva quedó en el olvido, hasta que a finales de los años 40, los Massetti tuvieron un serio obstáculo para retirar de la Aduana varias camionetas Ford. El tema no era menor, ya que comprometía el prestigio y las finanzas de la empresa villamariense.

Enrique, de repente, se acordó de la exactriz, ahora convertida en figura política de primer orden, y de aquella despedida al pie del Mercury con un: “Gordo, te debo una”. Sin decir nada a su padre, tomó el teléfono y llamó a la Fundación Eva Perón, dejó sus datos y sin mucha convicción esperó la respuesta. No podía creer, horas más tarde, cuando la mismísima Evita le contestó la llamada. Le dio el número del jefe de la Aduana, a quien ella le adelantaría que un agenciero de Villa María le iba a telefonear por el tema de las camionetas.

Entusiasmado, Enrique corrió a contarle al padre la buena nueva, pero don José era “contrera”, y de ningún modo aceptó recibir un favor del peronismo. Las camionetas tiempo después fueron entregadas a sus compradores, luego de un tortuoso trámite en el depósito fiscal porteño. Los vehículos habían sido importados sin neumáticos, y el problema se arregló cuando intervino la Ford Motors Company.

Eva visitó Villa María por segunda vez en octubre de 1946. En su nuevo rol, fue recibida con antorchas por una multitud en la estación ferroviaria del centro.

Enrique falleció en 1973, y no alcanzó a ver a sus hijos Enrique, Alberto y Claudio convertidos también ellos en pilotos deportivos.

En 1990, los jóvenes herederos de la pasión fierrera competirían en nuestra ciudad en un rally del cual participaría Carlos Menem junior, el malogrado hijo de otro presidente surgido del justicialismo.

Milan Krstulovic Bonacic-Matijajurjevic -tal su nombre en idioma croata-, conocido como el Caballero del Automovilismo, falleció en 1961, nueve años después que la Abanderada de los Humildes.

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