Estrategias que se pueden implementar para adolescentes que terminan el secundario

“Para poder elegir hay que estar dispuesto a renunciar a algo”

De cara a la etapa en la que jóvenes analizan las carreras a seguir tras culminar el Nivel Medio, El Diario consultó a una psicopedagoga con posgrado en orientación vocacional y ocupacional, que se especializa en la materia, sobre las herramientas que pueden utilizar las familias para acompañarlos
domingo, 27 de septiembre de 2020 · 08:30

Escribe Natalia Piraino Psicopedagoga

MP P-34-5220 ESPECIAL PARA EL DIARIO

 

La adolescencia es la etapa de la vida en la que principalmente, los cambios experimentados se juegan a través de diversas oportunidades de transformación que pueden promover el enriquecimiento o el empobrecimiento simbólico y subjetivo de los jóvenes.

Son momentos muy significativos en la constitución de la personalidad y del psiquismo que, en el escenario de incertidumbre actual, se atraviesan acompañados por grandes montos de malestar y de perturbación que representan un plus adicional a las crisis que tradicionalmente trae aparejada esta etapa de la vida. Todo este conjunto de factores dificulta, en muchas ocasiones, la elaboración necesaria de las transformaciones vivenciadas en los diversos espacios (corporales, sociales, educacionales, etcétera).

La palabra “crisis”, en el caso de la elección, se relaciona con el duelo por todo aquello que el adolescente no elige y es allí donde radica gran parte de la problemática, ya que para poder elegir hay que poder renunciar a algo. Entonces, frente a esta dificultad, aparece una fantasía muy común de seguir una serie de carreras y actividades, una detrás de la otra, porque nada puede quedar afuera y librado al azar, se quiere ser grande pero no se puede dejar de ser niño/a.

Este proceso puede ser vivido de distintas maneras; en algunos casos la elección no conlleva una problemática ya que es un momento muy deseado por el sujeto que le otorga la posibilidad de tener más autonomía e independencia de los padres por ejemplo, al mudarse a otra ciudad a estudiar una carrera determinada que no se encuentra en su lugar de origen, insertarse en un puesto de trabajo o realizar actividades que le posibilitan la obtención de ingresos económicos propios, etcétera. En estos casos, la toma de decisión suele ser mucho más espontánea y sin mayores dificultades.

Otros jóvenes, en cambio, experimentan dudas con respecto a la elección, indecisiones o frustraciones derivadas de experiencias previas y trayectorias insatisfactorias vivenciadas como fracasos. El fracaso es una experiencia particular marcada por su carácter angustiante que actúa como condicionante de situaciones futuras.

 

El lugar de madres y padres en la elección de las y los hijos

Cuando los/as hijos/as tienen que elegir su futura carrera u ocupación, la dinámica de toda familia se modifica, en la mayoría de los padres predominan sentimientos ambivalentes y contradictorios de inquietud y expectativa: por un lado, piensan que sus hijos tienen que dedicarse a algo que verdaderamente les guste y los haga felices, pero por otro, temen que se equivoquen si los dejan elegir solos. A su vez, esta situación se profundiza cuando cada madre, cada padre o adulto significativo para el o la joven, movilizado por lo que acontece, tiende a revivir el proceso de elección que él o ella pasó ya que cuentan con la experiencia de su propia orientación o desorientación vocacional ocupacional.

Las vivencias relacionadas con pérdidas o duelos que han tenido un impacto negativo en la vida de todo sujeto suelen afectar mucho más que aquellas que se relacionan con experiencias placenteras y gratificantes, causando efectos más profundos y duraderos. En ese sentido, es importante dar cuenta de que el valor que se le da a algo que sucede depende de cómo lo interpreta cada quién y allí entran en juego las percepciones, mayormente positivas o negativas, que influyen directamente en el estado de ánimo de la persona y de su contexto más inmediato. De esta manera, los resultados de una experiencia o de una posible experiencia comienzan a verse determinados por este tipo de visión generalizada, incluso antes de que la experiencia acontezca, introduciendo modificaciones en las actitudes que los jóvenes toman para enfrentar estas situaciones.

Por tal motivo, se hace necesario que el rol parental se oriente hacia la construcción de actitudes tendientes a ver el lado más favorable de las cosas, es decir, ayudar a que nuestros hijos e hijas puedan confiar en sus capacidades a través de intercambios que destaquen sus habilidades, recordar en conjunto con otras personas momentos de la vida en los que se haya pasado por situaciones de decisión que se percibían con miedo e incertidumbre dando cuenta de cómo se fueron enfrentando, resaltar qué conductas fueron llevadas a cabo con acierto, acompañar en lo posible la búsqueda de información sobre carreras o sobre demandas laborales y, de ser necesario, pedir ayuda profesional, son algunos ejemplos que se pueden tener en cuenta.

Se trata entonces de generar espacios de reflexión intrafamiliares en donde la voz del adolescente tenga lugar, donde su opinión pueda emerger en forma autónoma otorgándoles la posibilidad de generar proyectos en los que puedan sostenerse a pesar de las incertidumbres, miedos e inseguridades propias y ajenas que emergen en cualquier nuevo emprendimiento, pero que hoy se intensifican aún más dadas las características de nuestro presente.

Lo expuesto se torna imprescindible para concretar este pasaje en forma enriquecedora y, para que los adultos significativos, puedan tomar posición como referentes y como hospitalarios, a partir de los cuales los jóvenes podrán sostenerse y, a la vez, diferenciarse.

 

“Se trata de generar espacios de reflexión intrafamiliares en donde la voz del adolescente tenga lugar”.

“Las vivencias relacionadas con pérdidas o duelos suelen afectar mucho más que aquellas que se relacionan con experiencias placenteras”.

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