Cumpleaños de una de las más longevas de la ciudad

Dando gracias a la vida, doña Hortensia celebra hoy 105 años

Festejará con un “asadito” y le gustaría, de regalo, la visita de Martín Gill
jueves, 28 de octubre de 2021 · 07:30

“A mí, que no me falte El Diario, la revista y el tejido”, comienza diciendo Hortensia Valdéz Tulián, la mujer que hoy cumple 105 años. “Creo, no sé, que soy la más grande de Villa María”, dice.

Sentada frente a la mesa de la cocina, con su teléfono a mano, un control remoto solo para mirar en la tele “Pasapalabra” y alguna novela, Hortensia va relatando con una memoria prodigiosa, la historia de una vida de trabajo y compromiso con la familia y la sociedad.

Sus ojos vieron la historia Argentina que tuvo hitos como el terremoto de San Juan, aquel en el que se conocieron Eva Duarte y Juan Perón, en enero de 1944. “Yo escuché que hacía falta donantes de sangre y me anoté. Todavía tengo el carné”, dice.

Fue una adelantada para su época. Una mujer separada, con hijos, que se dedicó a trabajar a destajo para mantener a su familia y juntar, peso a peso, el dinero para levantar su casa propia.

“Fuimos unos de los primeros que nos vinimos al barrio San Martín, del Hospital para acá. Estaban los Chirino y otras familias más. El resto, era todo monte”, recordó.

“Si podía juntar unos pesos para 100 ladrillos, los compraba. Otra vez, eran 50, y así levantamos las paredes. Me acuerdo que cuando llegamos al techo, me faltaba plata para una bolsa de cemento. No tenía un centavo y los chicos Tossoroni, que eran los albañiles, pusieron plata y pudimos comprar la bolsa para techar”.

Así, con paredes y techo pero sin ventanas ni puertas, se fue a vivir a la casa de Mendoza y 17 de Agosto, en el barrio San Martín. “Antes no había problema, porque nadie te iba a llevar nada”.

Hoy, vive a unas cuadras del lugar, en la vivienda de una hija -ya fallecida- para acompañar a la familia que la sigue necesitando.

 

Estirpe de cacique

Que Hortensia es el modelo y líder de la familia, nadie lo duda. Tal vez, esa actitud la heredó de su antepasado, el Cacique Tulián. “Mi mamá era de San Marcos Sierras, descendiente del Cacique. Una vez, fue allá porque mi nieto, Luis López, me regaló el viaje y me dieron una bienvenida bárbara, por ser descendiente del Cacique”, recordó.

Su papá policía era riojano. Ella nació en Coronel Moldes pero de muy chiquita se fue a Córdoba capital. Recuerda que en la comisaría donde trabajaba su padre “había un corral para cabras y ovejas hecho con palos y techado. Arriba del techo, una jarra de loza y un nido de piturrias”. Una imagen de hace una centuria que sigue grabada en su memoria.

Trabajó desde muy chica. De empleada doméstica “cama adentro” hasta llegar a desempeñarse como jefa de cocina.

“En gastronomía, empecé en un hotel de Córdoba lavando cubiertos. Antes había que pasarles “puloy” y contrataban a una persona para eso”, relató.

Un día, recuerda, hubo un paro de gastronómicos y los sacaron a todos. Por una amiga de Villa María, fue recomendada a trabajar en esta ciudad. “Así que agarré un bolsito y me vine”, dice.

Ya instalada en un comedor que hacía las veces de parador en la calle Hipólito Yrigoyen, cuenta que hacía diariamente su labor como lavaplatos. Hasta que un día, se enfermó el jefe de cocina. El menú del día eran tallarines con peceto mechado y el subjefe, le dijo al dueño que él no sabía amasar. “Ahí nomás le dije que sí sabía, porque aprendí de los mejores. En el hotel donde limpiaba los cubiertos, había un gallego que era un cocinero bárbaro, pero no le gustaba ni que lo miraran. Yo lo espiaba y así aprendí, además de lo que sabía en mi casa, por ejemplo hacer tallarines lo aprendí en mi casa”, señaló.

El éxito de esas pastas hicieron que al poco tiempo fuera la jefa de la cocina del lugar. Después, buscando mejores ingresos, fue cambiando de empleos hasta que le llegó su ansiada jubilación.

 

El locro más famoso del mundo

Doña Hortensia, como todos la conocen, es una histórica elaboradora del locro que con solo estar asociado a su nombre, garantiza las ventas en toda la ciudad. Llegó a hacer, para beneficio del Hospital, unas 5 mil porciones.

-¿Y cómo fue que te hiciste fama como la mujer que hace el locro más rico del mundo?

-Eso dicen, no sé. Mi mamá hacía locro, un locro pobrecito, sin carne. Y cuando se iba a trabajar en la escuela donde era portera, nos dejaba a nosotros que éramos chiquitos, anotado paso a paso lo que teníamos que hacer para seguir con el proceso.

Después de más grande, ya acá en Villa María, estábamos comiendo en el Club Campeadores y el presidente nos preguntó qué podíamos hacer para juntar plata para comprar los equipos para los chicos. “Un locro”, dije yo. Me preguntó qué era un locro, porque nadie sabía qué era. Esa vez, hicimos en una ollita 40 porciones y volaron. La gente que se había llevado una porción volvía por más y no había más nada. Era un locro al que yo le había agregado de todo, no como el de mi mamá.

Así que para seguir con las ventas, uno del club hizo una paila y empezamos a hacer más cantidad. Lo hicimos durante 36 años.

Y cuando me jubilé, me dediqué a eso. Seguí haciendo locro, hasta hace dos años que faltó mi hija. Ahora le di la receta, con todos los pasos anotaditos, a mi nieto Luis.

-¿Cómo son tus días hoy?

-Viene una chica a ayudarme a la mañana, porque no puedo caminar. Me baño tempranito y me siento acá, en la cocina, y paso el día gustosa. Desayuno una taza de leche y almuerzo con la familia. Siempre poquito, porque no tengo tanto hambre. Me gusta el silencio, mirar por la ventana, tejer mientras puedo.

-¿Qué vas a hacer para tu cumpleaños?

-Ya fiesta no quiero, la familia quiere hacerme un asadito y la verdad es que me gusta. La única forma en que como carne es asada.

-¿Y qué regalo te gustaría recibir?

-Mirá, yo conozco a Martincito -Martín Gill- desde que era un chico travieso que iba a la iglesia. Lo quiero mucho, no entiendo mucho de política pero a él lo quiero mucho. Sería un lindo regalo que me venga a visitar.

Te cuento más, siempre me pregunta si necesito algo y yo le digo que nada, que no me hace falta nada, por ahí un poco de leche, porque también aumentó. Pero un día, le dije que pavimentara la 17 de Octubre porque no podía hacer con la silla de ruedas las tres cuadras que van de mi casa a la de mi hija. Pasó poco tiempo y llegó un hombre de traje con dos mujeres y me dijeron que me preparara, porque iban a pavimentar. Y acá está la calle, con el asfalto.

-¿Qué le pedís a la vida?

-Yo he trabajado mucho, estoy bien y siempre le pido a Dios que no me deje aflojar. He pasado cosas tristes, pero no quiero aflojar porque todavía tengo familia para ayudar, me gusta ayudar a resolver los problemas. Pido que no me falle la vista, porque soy operada y que me quedé acá hasta que El diga basta. No le debo nada a nadie, hasta al Pucho, el diariero, le pagué la quiniela que me juega él -más vale que jugué el 105- Así que cuando Dios diga, va a estar bien.

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