A los 63 años falleció Alberto Luis González

Chau, Tito querido

Había sido secretario del legislador Sella en el Congreso de la Nación al regreso de la democracia. Un personaje de la ciudad
lunes, 24 de enero de 2022 · 08:30

Ayer, cuando en la web de El Diario se publicó la noticia de su fallecimiento, sus amistades y quienes lo conocían comenzaron a escribir en redes y cruzar entre ellos decenas de comentarios:

- “Tito González, un grande. Quizás más que nadie estará descansando en paz” (Gustavo Caleri).

- “Qué lindo y buen tipo. Esa sonrisa lo pinta. A donde él vaya, va a ser un lugar más alegre” (Rubén Vaudagnotto).

- “Acabo de ver la noticia en El Diario. Todavía estamos llorando con Vero” (José Iacchetta).

- “Vuela alto. Siempre estarás presente, compartiendo un mate cocido, adoctrinando, militando siempre como tu papá, también Tito González... Descansa en paz. Bendiciones” (Darío Ranco).

- “Mi hija se acordaba hoy de sus caminatas con la Brenda por toda la costanera” (Raúl Olcelli).

La Brenda era esa perra callejera “a la que solamente le faltaba hablar”, como él mismo explicaba, aquella con la que compartía el tiempo, el techo y el pan.

Y sí, Tito tenía una seña particular. Era amigo de sus amigas y amigos, pero al mismo tiempo era amado por los hijos de sus amigas y amigos. Establecía con los niños y los adolescentes unas relaciones adorables.

...

Hace tres años que la venía peleando. Contra unos quistes primero y contra un tumor, finalmente. Falleció con los 63 años recién cumplidos, en el Hospital Pasteur, donde se prodigaron para atenderlo en cada recaída. Y ayer, en velatorio breve que impone la pandemia, estuvieron presentes varias de las enfermeras que lo asistieron.

González, Tito para todos los vecinos que lo vieron caminar las calles junto a su perra Brenda (y, de paso, con los perros de sus amigos que lo seguían en los paseos), se crió dentro de la primera Unidad Básica que hubo en la ciudad, porque ahí mismo, en la vivienda familiar, la había fundado su padre.

En el multirrubro que se hallaba en la casa leyó cuantos diarios, libros y revistas llegaban para la venta. Y su cultura general lo llevó con la reconquista de la democracia a ser, junto a Darío Ranco, los secretarios del flamante diputado nacional de entonces, Enrique Sella.

Los fines de semana, cuando regresaba a la ciudad, de traje y corbata, muchos se sentaban a su alrededor en los bares para recibir las noticias calientes de la política nacional, a las que accedía por su función en el Congreso.

Después la vida lo golpeó duro, perdió a sus padres y sacó pecho como pudo para seguir adelante junto a sus hermanas Mariana y Ruth. Se podría decir que se apartó de la vida, aunque nunca de sus amistades.

Gruñón, a veces, tanto para defender sus ideas como a sus perros, que ¡armaban cada lío en la costanera...! Pero entrañable y con un sentido de la amistad y la lealtad, que hará que muchos empiecen a sentir fuerte su ausencia, porque ya no se abrirá la puerta desvencijada en la esquina de la Jujuy y Colombia, a donde marchaban los corazones que necesitaban aliento y una palabra justa. Ese confesionario cerró definitivamente.

Tendrán que quedarse con los mejores recuerdos; los de este lado del mostrador en La Madrileña, los del otro lado del mostrador en Clapton; los que surgieron en la casa de cada uno, con los hijos de cada uno... porque Tito era uno más de la familia en muchos hogares.

“¿La barra está bien? ¿Están todos bien?”, era lo que le importaba en las últimas llamadas. Sí Tito, querido. Tranquilo. Están todos bien. Descansá.

Sus restos fueron velados ayer entre las 12 y las 14, en Empresa Paviotti, casa central. El entierro será hoy, partiendo a las 9 desde la esquina de Entre Ríos y Belgrano.

S. V.

 

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