Barrio Palermo - Ya en 2019 habían intentado secar los algarrobos introduciéndoles químicos en los tallos

A pesar de la tala, la vida se impuso

El hecho se produjo porque la heredera del terreno donde están los ejemplares de más de 100 años quería empezar a construir. Se cortaron a pesar de que las especies están protegidas por ordenanza
lunes, 24 de enero de 2022 · 08:30

Escribe Franco Gerarduzzi
De nuestra Redacción

Una síntesis diría lo siguiente: que en la esquina de las calles Derqui y 12 de Octubre, en barrio Palermo, hay un predio; que en ese predio, los últimos días de noviembre del año pasado, personal de Seguridad Ciudadana le avisó a la Subsecretaría de Ambiente y Saneamiento de la Municipalidad de Villa María, dirigida por el geólogo Germán Tissera, que cuatro personas estaban talando dos algarrobos de más de cien años a los que, allá por 2019, ya alguien había intentado secar haciéndoles un orificio en los tallos e introduciéndoles algún químico.

Esta síntesis también diría que después de que muriera el antiguo dueño del terreno hubo una herencia y, hace tres años, una de las herederas le dijo a Tissera que necesitaba sacar los ejemplares porque quería construir y él le dijo que no, que no la iban a autorizar y que si lo hacía, entonces, iba a tener una infracción porque los árboles nativos, autóctonos, que, además, son los que dan las mejores condiciones ambientales a la zona -absorben el agua, filtran partículas, disminuyen el viento-, están protegidos por una ordenanza que es clara, llana, tajante, sin matices.

 

La ordenanza

La ordenanza es la 7.125 y en el artículo 9 dice: “La violación a las disposiciones de la presente ordenanza implica la obligación de la reparación del daño ambiental causado de acuerdo a los protocolos vigentes y una multa cuyo mínimo se establece en 200 unidades de multa hasta cinco mil unidades de multa, dependiendo de la gravedad del hecho. Si como consecuencia de la transgresión no se pudieran reponer las cosas, la multa se incrementará en un 50%. La unidad de multa será el equivalente a un litro de nafta, de la mejor calidad, que se expenda en el Automóvil Club Argentino de esta ciudad”.

La protección de estas especies se aplica tanto a propiedades públicas como privadas: solo basta que estén dentro del ejido urbano. Así lo dijo Tissera los primeros días de diciembre en este medio, cuando contó que a la mujer ya se le había dicho cómo venía la mano. Y, sin embargo, para qué.

Se ve cómo los pequeños manojos de tallos verdes pujan, resisten

 

Ejercitar la mirada

Hace algunos días, un compañero, mientras venía hacia El Diario pasó por Derqui y 12 de Octubre y, desde el auto, fotografió los árboles porque, a pesar de que habían sido talados, vio brotes nuevos, pequeños manojos de tallos que pujaban verdes, bajo un cielo agrisado y un aire húmedo de finales de enero, desde la corteza rota, rajada de los algarrobos.

A mí me interesa que pasen estas cosas, que alguien que camina o maneja se detenga para mirar, que haga una pausa. Porque, por otra parte, también hace poco, en una de las salas de redacción en las que estaba, escuché una conversación entre algunas compañeras. Se hablaba de que, a veces, los periodistas cubrimos los mismos temas, pensamos de la misma manera. Es cierto, con frecuencia todos vamos hacia los mismos lugares.

Pero, luego me dije -y se los comenté- que, tal vez, lo que hacemos es ir hacia los mismos sitios por la sencilla razón de que miramos de la misma manera y que una salida, por tanto, es correrse apenas, poner la cámara en otra parte, intentar hacer otras preguntas.

Aquel compañero, el que fotografío los troncos con los brotes, me pidió que habláramos de eso porque sabe que ahí hay algo. Y claro que hay algo. Quiero decir, hay una noticia: esos algarrobos están creciendo otra vez. De todos modos, estuve pensando, mientras veía las fotografías, que se podrían decir otras cosas porque esta historia no es solo la historia de unos algarrobos que, digamos, resisten.

No quiero decir “ay, qué lindo, miren, hubiera sido una lástima que desaparecieran”. No. Por eso, ayer a la mañana me acordé de Claudia Masin, la escritora y psicoanalista nacida en 1972 en Resistencia, Chaco. En realidad, me acordé de un poema suyo que se llama “El sol” y que, en uno de sus fragmentos, dice: “No hay desastre que no nos haya rozado antes/ en forma de tristeza, pero si no es nuestra tristeza/ seguimos adelante, como si no hubiera pasado así de cerca”. No conozco a nadie que lo haya dicho mejor.

Lo recordé porque cuando este compañero me habló de las ramas nuevas que asomaban en los dos árboles, me lo dijo con cierta alegría, con esa dosis de asombro que, en ocasiones, aparece cuando ya no queda esperanza o cuando uno se olvida porque la rutina y se hace tarde y qué cansados. Pero este compañero se demoró ahí, decidió frenarse porque esa tala es un desastre, es una de las tantas tragedias cotidianas que, si uno las mira -si uno se obliga a mirarlas-, entiende que están demasiado cerca y que por eso la tristeza y la pena son nuestras también.

Ahora, que sigo revisando las fotos, no sé qué puede hacerse. Solo confío en que hay que hacer el intento y mover la cámara y permanecer, porque cuando uno se detiene y espera empiezan a suceder cosas y se las puede mirar y se las puede contar, como hizo este compañero, sonriendo, contento, alegre, como si todo fuera presente puro, como si no hiciera falta más nada.

 

16
4
8%
Satisfacción
46%
Esperanza
21%
Bronca
12%
Tristeza
0%
Incertidumbre
10%
Indiferencia

Comentarios