¿Quién genera la riqueza?

miércoles, 21 de abril de 2021 · 09:00

Recientemente le realizaron una entrevista a Natalio Grinman, referente de la Cámara de Comercio y Servicios, en la que hizo referencia al Impuesto a las Ganancias que viene siendo objeto de debate político en el país. Allí fundamentó su posición en un argumento totalmente falaz: “Las empresas son las que generan la riqueza y los puestos de trabajo”. Por más ilógico y falso que pueda resultar esta afirmación, tendremos que volver unos pasos atrás para entrarle a este problema.

La humanidad a lo largo de su historia cambió la manera de producir, su escala, y todas las relaciones en torno a ello se correspondían con esa forma de producción. Esto quiere decir que la humanidad para sobrevivir y evolucionar necesitó del trabajo, independientemente de su forma.

Pero, ¿qué es el trabajo? Básicamente es la transformación de la naturaleza o el -medioambiente para solventar una necesidad de la especie, en la que esta última gasta fuerza, neuronas y musculatura para poner en movimiento lo inerte y así resolver dicha necesidad.

Llegado el momento, un grupo de la sociedad comenzó progresivamente a apropiarse de lo producido por los trabajadores, surgiendo así las primeras sociedades de dominación de clases. Esto dividió en dos las aguas: por un lado, aquellos productores y productoras directas que se encargaban de gastar su fuerza de trabajo en la producción y, por otro, quienes se apropiaban del producto de ese trabajo para enriquecerse y vivir de lo ajeno.

En base a ello podemos diferenciar tipos de sociedades en la que la dominación de clase adoptó distintas formas. El salto característico del capitalismo respecto al feudalismo es que cambió la esclavitud servil por la esclavitud salarial. El trabajador en el sistema capitalista depende pura y exclusivamente de su ingreso (salarial formal o informal) para su subsistencia.

Pero no es el único elemento de la producción, y aquí se encuentra el punto que le genera confusión a Grinman. Su posición en la sociedad no le permite ver una realidad objetiva, mas allá de su voluntad e intereses particulares. Es cierto que para el sistema de producción el Capital Variable (destinado a salarios y sostenimiento de la fuerza de trabajo) no basta para producir. A ello se le suman otras dos rentas: una, el Capital Constante (lo que es maquinaria y materias primas), y otra, un valor extra que se apropia del trabajo y le permite hacer girar la rueda. Estos tres elementos sin el otro no pueden sobrevivir.

Aunque esto no niega que la posición de cada uno de ellos es materialmente distinta. La maquinaria, por más automatizada que esté, necesita de la fuerza de trabajo (así sea apretando un botón) para poder funcionar. A su vez, esa máquina fue también creada por trabajo social de la humanidad, pero privatizada por un capitalista o empresario particular. Al fin y al cabo, se terminan apropiando del trabajo pasado (ya materializado en cosas, herramientas y máquinas) y, por medio de este, del trabajo presente.

Si acordamos en esto, también acordamos por ende con que el trabajo, independientemente del sistema en el que nos encontremos, es la fuente de toda creación y riqueza. Sin esa fuerza transformadora, motor de la historia, es imposible que avance la sociedad.

Cabe preguntarle al señor comerciante si es que piensa que el martillo es el que genera riqueza y no el carpintero que lo manipula. ¿Qué sería un martillo que por arte de magia ande clavando automáticamente clavos, volviendo obsoleto el trabajo humano en la producción social?

Como vemos, el problema ahora se invierte. Es el trabajo el que crea a la máquina y las riquezas, básicamente, es el trabajo el que crea al capital y no al revés.

El problema de nuestra época histórica es que el trabajo creó algo que ya no puede manejar y se le vuelve contra sí mismo. Los propios representantes del capital-ganancias se ponen a ellos mismos como responsables de la producción social, cuando son -con suerte- meros administradores y posibilitadores del medio en el que el propio trabajo se desarrolla. ¿Por qué? Simplemente porque buscan apropiarse de cada vez más trabajo, no de suplir una necesidad humana. Por dicha ambición la realidad se les distorsiona y les hace opinar de manera tan absurda como falaz, como lo es en este caso. Creen que son ellos los generadores de riqueza solo por apropiársela, arrancársela a los trabajadores cotidianamente.

Ahora, como trabajadores debemos tomar cartas en el asunto ante este problema. El INDEC refleja que hay 2,2 millones de desocupados en el país (la peor situación desde 2002) y niveles de pobreza que llegan alrededor del 50%. Las demandas que está habiendo en todos los territorios tienen que ver con necesidades básicas que no pueden resolver aquellos que nos dominan porque están ocupados en resolver sus problemas de ganancias, ganancias y más ganancias a costa de los trabajadores.

La voz de estos se manifiesta en reducir “cargas impositivas” al sector “privado” ya que su problema puede solventarse con la reducción del “gasto público”. Buscan dirigir la política de gobierno a un escenario en el que les sea más favorable la explotación del trabajo.

Será tarea del trabajo y su sujeto, los/las trabajadores/as, poder dirigir de forma organizada las riquezas que el mismo genera. El tiempo es hoy.

Julián Barbero, 39.325.044

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