La solidaridad a través del tiempo

Desde siempre y en todas partes

“A mí, pertenecer a una cooperativa, me deja el aprendizaje de trabajar en equipo. es complicado, pero vamos aprendiendo. cada una tiene sus cosas, sus errores y sus aciertos, pero todas aprendemos de todas, Esta bueno trabajar en equipo”.

Hay 58 cooperativas relevadas en Villa María hasta la fecha. Por lo menos dos de ella, constituidas íntegramente por mujeres. Una, en el barrio San Nicolás: “Las Poderosas”. Fabrican mermeladas y hacen huerta de manera comunitaria. Mujeres humildes, de trabajo, que están aprendiendo a cooperativizar de forma organizada su natural solidaridad.

 

“A mí, pertenecer a una cooperativa, me deja el aprendizaje de trabajar en equipo. Nunca había trabajado en equipo… es complicado, pero vamos aprendiendo. Cada una tiene sus cosas, sus errores y sus aciertos, pero todas aprendemos de todas. Está bueno trabajar en equipo”, cuenta Clara, integrante de Las Poderosas.

En Argentina

Señalan los textos que en Argentina, las primeras experiencias cooperativas se desarrollaron a partir de las últimas décadas del siglo XIX y pueden vincularse a la entrada masiva de inmigrantes europeos requeridos por el modelo económico impuesto en el país a partir de la organización del Estado. Inicialmente ese movimiento se manifestó con mayor fuerza en la ciudad de Buenos Aires, pero luego se fue expandiendo a otras ciudad, pueblos y aun al ámbito rural.

Estas organizaciones comunitarias servían a los inmigrantes para agruparlos, mantener viva su cultura de origen, representarlos ante el Estado y otros sectores sociales, brindarles acceso a servicios sociales y educativos y construir liderazgos para las asociaciones privadas, sindicatos, entidades mutuales y partidos políticos de la clase obrera. Pese a sus intentos, el Estado oligárquico no pudo penetrar esas organizaciones, que expresaban valores y actitudes muy diferentes del autoritarismo y paternalismo predominante en la vida socio política argentina.

La participación en estas instituciones era valorada por diferentes sectores sociales y desde diversas fuentes ideológicas que compartían la concepción de que eran una manera de construir una sociedad libre, moderna, democrática y solidaria. Desde las corrientes del pensamiento vinculadas al socialismo y el anarquismo se las concebía además como una escuela de fraternidad humana.

Algunos de aquellos inmigrantes venían ya con cierta experiencia en la organización de actividades políticas y sociales y conocimiento de las ideologías revolucionarias desarrolladas en Europa durante el siglo XIX. Entre estos se destacaron como difusores de los valores u organizadores de emprendimientos cooperativos el francés Alejo Peyret, el catalán Victory  y el alemán Germán L’Allemant, que llegaron al país en busca de mejores  posibilidades de desarrollo o huyendo de la represión desatada en sus países en contra de los intentos de transformación social.

En 1878, el dirigente socialista Alejo Peyret afirmaba en un acto en conmemoración de la fundación de Colonia San José (Entre Ríos) que: “No basta fundar una colonia en un punto dado y abandonarla a sí misma. Al cabo de algunos años verán reproducirse en su seno los vicios sociales del viejo mundo agregados a los inconvenientes del nuevo: es decir, la ilegalidad, la usura y la explotación del hombre por el hombre”.

Por tal motivo, es fundamental mantener vivo el espíritu cooperativo, como una brasa en medio de las cenizas que va dejando a su paso el individualismo.

 “El cooperativismo en mi vida significó dignidad: fue la dignidad que me hacía falta porque me dio la oportunidad de estar en un sistema de trabajo donde no hay religiones ni raza ni títulos, todos somos iguales. Me dio la oportunidad de tener un trabajo, porque yo no había terminado los estudios y no estaba siendo incluida en el mundo laboral. Este lugar me dio la posibilidad de la inclusión y la dignidad, por eso trato de replicarlo y contarlo en todos los lados adonde voy”, agrega  Marcela Durán de la Cooperativa 7 de Febrero Ltda.

 

Mucho antes

En la América del Sur que los migrantes europeos veían como una oportunidad, en contraste con la miseria y la represión contra las ideas progresistas de las que venía escapando, ya había, incluso desde antes de la llegada de los conquistadores allá por fines del siglo XV y los albores del XVI, conciencia cooperativa, comunitaria. Por caso, las “mingas”.

La  “minga”  es una tradición de origen absolutamente americano, una forma de vivir completamente comunitaria, en contraste  con los conceptos individualistas y monárquicos que traían consigo los conquistadores. Se trata de una  forma de  trabajo comunitario o colectivo que tiene como fin ayudar solidariamente a una o más personas. la palabra “minga” deriva de minka, una voz quechua. Se conoce como minga a la colaboración desinteresada de los vecinos para levantar la cosecha o realizar cualquier obra solidaria que debiera llevarse a cabo.

En consecuencia, el "mingado"  es una fiesta que se lleva a cabo una vez que el trabajo haya sido terminado. Se celebra con bailes, música, chicha y aloja.

Cooperar, “mingar”, era una fiesta.

 

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