Ricardo Morán (73), trabajador “polirrubro” jubilado

“Buscarle la vuelta a la soledad de la casa”

Trabajó desde los 18 años en reconocidos establecimientos de la ciudad. La crisis que generó la dupla Menem-Cavallo en los 90 lo echó a la calle con 49 años. A la indemnización se la pagaron en cuotas, pero se la “atrapó” el corralito. Igualmente consiguió reinsertarse en el mundo laboral

“Recuerdo que cuando empecé a trabajar, los sábados al mediodía sonaba la sirena de Baudino y se paraba toda la actividad en la ciudad hasta el lunes. Mi primer empleo fue con la familia Benzo, que se dedicaba a los lácteos y los quesos, en la esquina de Mitre y Sabattini. Después estuve dos años en la Fábrica Militar, hasta que conseguí entrar en Nosovitch, dedicada a la electromecánica, donde pasé algo más de 26 años hasta la crisis del 1 a 1. En 1999 la empresa colapsaba y tuvo que dejar a 48 familias en la calle. Yo iba a cumplir los 50 y en este país, a esa edad, es difícil reinsertarse y más todavía en aquel momento. Para colmo, me pagaron la indemnización en nueve cuotas, la fui guardando en el banco y me agarró el corralito”.

Salió del “pozo” cuando supo que una empresa de Córdoba dedicada a la seguridad privada buscaba gente en la ciudad. Se presentó, lo tomaron y pasó a ser cuidador en el Mercado de Abasto durante cinco años.

“Después la firma me mandó a FarmaVida y al Colegio Manuel Belgrano, en cuya portería los chicos me fueron contagiando esa energía tremenda que tienen. Y la confianza que depositaban en mí, las cosas que me confiaban en las charlas que teníamos en los recreos, hacía que cada día renaciera la confianza dentro de mí. Ahí hice la última vigilancia en un acto de promoción distinto, por la pandemia. Y seguí un tiempo más en FarmaVida hasta que me retiré el año pasado, no cansado del trabajo, sino más bien de los horarios, de tener que trabajar en Navidad o en Año Nuevo, esas cosas que pasan cuando uno tiene que cumplir con la empresa”. Ricardo, hay que decirlo, era la persona de confianza para muchísimas personas integrantes de la comunidad educativa de la institución de barrio San Justo: estudiantes, profesores, padres, abuelos, preceptores…

Él sostiene que en la etapa de jubilado “hay que tener actitud”.

“Si te quedás quieto, te aparecen las nanas. Y si te quedás quieto ante el televisor, te envenenan. Ya no escucho ni radio, escucho música. A la siesta sí escucho radio, a Dante Luizamón, en radio Universidad de Córdoba, que me parece una persona interesante… No duermo la siesta para llegar cansado a la noche y descansar bien de corrido, sino la cabeza no para”, explica.

Luego dice: “Lo que se cobra de jubilación generalmente no alcanza para la clase laburante. A no ser que seas juez o algo por el estilo, no alcanza, así que yo recomiendo que sigan trabajando, aunque sea medio día para salir de la casa. Porque no es fácil la soledad (Ricardo enviudó en 2020). Hay que buscarle la vuelta a la soledad de la casa… Limpio, cocino, riego las plantas de Silvia (su esposa), voy a ver a mis nietas, disfruto de ellas. Cuando nos juntamos con los muchachos de la Clase 1950 veo que el 70%, más o menos, tiene algún rebusque”.

“Mi señora estaba jubilada como docente, entonces, en mi caso, con la jubilación y la pensión, me alcanza. No sé si para hacer un viaje. Pero pienso en todos los años que trabajé diciendo que iba a ser el último, que me retiraba a disfrutar un poco de la vida, pero no lo hice. Mi cargo de conciencia es no haber parado un poco para ir a Embalse con ella o a tomar unos mates a la orilla del río nomás, con ella, mi señora, guapa, inteligente… Hay que disfrutar los momentos. Estamos de paso”. Es lo que Ricardo piensa.

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