Los padecimientos mentales alteran una sexualidad saludable

Salud mental también es poder vivir la sexualidad libremente

Cada 10 de octubre se celebra el Día Mundial de la Salud Mental, y en relación a esta efeméride resulta de importancia visibilizar la relación entre ésta y las sexualidades

Escribe: Lic. María Noelia Benedetto
MP 8136 Sexología Clínica con Perspectiva de Género

Los tiempos que corren han generado cambios epidemiológicos, demográficos, políticos, sociales, culturales, tecnológicos, medioambientales, que han impactado en las condiciones de la vida moderna, generando cambios en aspectos de la vida cotidiana y en la salud mental de las personas relacionados a las múltiples exigencias socioculturales y económicas. Los padecimientos mentales aumentan progresivamente su prevalencia y son responsables, en gran parte, de alteraciones en el desarrollo de una sexualidad saludable acarreando un deterioro de la calidad de vida.

 

Salud mental y dificultades sexuales

Todas las personas experimentamos la sexualidad de manera individualizada. Hay tantas sexualidades como personas. Esta forma parte de la identidad y cuando se dan dificultades sexuales, dicha identidad puede verse afectada y, como consecuencia, la salud mental.

 “No me siento atractivx”.

“Siento que no soy suficientemente varón/mujer, ya que no puedo hacerte disfrutar como antes”.

“Me siento como si ya no fuera una persona sexual, sino unx enfermx, sin sexo”.

“He perdido mi masculinidad/ virilidad/ femineidad”.

En la actualidad seguimos pensando a las relaciones sexuales bajo una herencia coitocentrista, heterosexual reproductiva y exitista, como a una carrera a la que hay que ganar. Es común homologar sexo y encuentro sólo a la penetración. La seguidilla sería erección/ lubricación, coito, orgasmo, “final feliz” de la historia. De hecho, muchas de las dificultades sexuales que categorizan los manuales diagnósticos tienen de eje al coitocentrismo, el cual considero una dificultad sexual en sí misma. Hay una patologización de la sexualidad que no tiene en su repertorio el coito y como fin el orgasmo. En relación a esto hay muchos sujetos que padecen y consultan por cuestiones que no son una patología en sí; o se automedicalizan también, por ejemplo por no cumplir los estándares impuestos por la sociedad. Tenemos unas expectativas sexuales utópicas. Más de un usuarix llega y dice “Yo soy eyaculador precoz porque no tardo más de 15 minutos”. La media está en cuatro minutos. Pero si uno pone una película porno hegemónica y el individuo está penetrando durante más de una hora la conclusión a la que se llega es que “tengo una disfunción sexual, no doy la talla”.

La sexualidad, el placer, las relaciones sexuales se han convertido en productos de consumo. Lo paradójico es que la búsqueda de placer, lejos de generar bienestar, muchas veces genera más ansiedad; como todo es una puesta en escena del mercado, ir a buscar relaciones desde la urgencia se expresa en dificultades sexuales varias.

¿Hasta qué punto no te estás dejando arrastrar por falsas creencias sin cuestionártelas y sin hacer nada para que tu vida sexual sea más saludable y menos exigente?

Nuestra manera de vivir, sentir y experimentar la sexualidad puede influir en nuestro:

• Estado de ánimo.

• Autoestima positiva/infravaloración.

• Plenitud/dificultad sexual.

• Concepción positiva del mundo y la vida/prejuicios, creencias y formas inadecuadas de concebir la sexualidad.

• Satisfacción/ insatisfacción personal.

• Seguridad en socialización/problemas relacionales.

• Vivencia adecuada/errónea de la sexualidad.

• Cumplimiento/abandono de tratamientos pautados.

• Exigencias y metas irreales en relación a la actividad sexual.

• Percepción de dificultades sexuales que no son tales.

• Sexualidad y padecimiento subjetivo.

La expresión erótica de la sexualidad es tan susceptible a los cambios en el estado general de las personas que cualquier padecimiento físico o mental puede provocar dificultades, y viceversa. Lo que impide a veces establecer ese vínculo son los tabúes culturales, tanto propios como de lxs profesionalxs que diagnostican cada singularidad.

Por un lado, el abordaje del tratamiento de la salud mental de una persona con padecimiento subjetivo debe contemplar su salud sexual y aspectos de su sexualidad ampliada, así como el tratamiento de una persona con una dificultad sexual o varias tiene que incluir estrategias vinculadas a la salud mental interdisciplinaria.

Existe un importante tabú en torno a la salud sexual y sexualidad de lxs usuarixs de salud mental, generalmente lxs profesionales no tocan el tema; lo dejan en segundo plano, bien por vergüenza o por falta de tiempo o incluso por las creencias y valores personales, siendo un eslabón importante en la evolución del usuarix, ya que parte de la idea de que puedan crear vínculos y cercanía con otras personas y con unx mismx a través del autoerotismo.

No hay que olvidar que el padecimiento subjetivo también afecta a la sexualidad, porque afecta al cuerpo, y esto no sólo repercute en la salud física, sino también en la percepción personal, la imagen corporal, que se relacionan directamente con la autoestima.

También es clave, en el caso de lxs médicxs,  tener en cuenta al momento de diseñar un esquema farmacológico para un usuarix que muchos de los efectos secundarios de los psicofármacos están relacionados con el abandono del tratamiento debido a la aparición de dificultades sexuales. Es recomendable buscar como primera opción un tratamiento que no tenga efectos secundarios sobre las funciones sexuales, para mejorar tanto la calidad de vida de lxs usuarixs, como la adherencia. Para lograr lo anterior, hay que establecer una comunicación exhaustiva con la persona y advertirle de los pros y los contras de cada tratamiento, para que sea parte activa en la elección del mismo.

Además, es necesario tener en cuenta el impacto que el estilo de vida presente tiene en la salud sexual y mental, sobre todo en relación al consumo problemático de sustancias, hábitos tóxicos, las enfermedades crónicas no transmisibles.

 

Salud mental y diversidad

La evaluación de no considerar más a las identidades trans como una enfermedad mental partió de la premisa de que, por definición, una enfermedad mental ocasiona un malestar significativo, y disfunción o discapacidad por sí mismo. El cual no era el caso de las identidades trans, ya que el malestar y las dificultades en personas trans eran consecuencia de la estigmatización, el rechazo social y la violencia y no de una característica intrínseca de los sujetos.

Los problemas de ansiedad, depresión, suicidio y aislamiento eran consecuencia de la situación de violencia y transfobia estructural, y no de algo inherente a las personas trans.

Es necesaria una radical despatologización que venga con nuevas maneras de narrar lo trans; esto solo podrá pasar bajo otro paradigma que construya el acceso a la salud trans no desde la enfermedad y el diagnóstico.

En las últimas décadas, los avances en los conocimientos sobre la identidad de género y la orientación sexual han favorecido un incremento de las demandas de readecuación de sexo, y acompañamiento en la transición exista o no hormonización o cirugías en el proceso. A la hora de elaborar un plan terapéutico debe tenerse en cuenta el abordaje desde la perspectiva de género y la salud mental para ayudar eficazmente a la persona y no ejercer una vulneración de los derechos de las mismas.

 

Salud mental y sexualidad en las diferentes etapas

La sexualidad es un aspecto central del ser humano, presente a lo largo de toda su vida y siendo diferente su expresión según la etapa vital en la que esté manifestándose.

Durante la infancia es fundamental en el desarrollo de una sexualidad saludable y segura donde el rol de los padres y figuras significativas, debe considerar un acompañamiento continuo con reforzamiento positivo, entregando principios y valores. Esto generará, en los niñxs y adolescentes seguridad, independencia y confianza fortaleciendo su autoestima. Estas herramientas les permitirán enfrentar de forma correcta los riesgos a la que están expuestos como son maltrato, abuso sexual, violaciones y violencia en todas sus formas a menores y adolescentes.

En la etapa de adultez, la salud mental puede afectar el grado de disfrute de su intimidad manifestándose a través de dificultades sexuales. Para metabolizar estas situaciones es necesario gestionar la comunicación con lxs compañerxs sexuales, el ciclo sueño-vigilia, el estrés laboral, la carga mental, las crisis vitales, dado que todo esto influye en el desarrollo de la afectividad e intimidad.

En la adultez mayor, es importante reconocer que la sexualidad se desarrolla desde que se nace y hasta que se muere, razón por la cual es necesario que las personas en esta etapa del ciclo vital puedan disfrutar de ella. Existen algunas estrategias que permiten un mayor disfrute como por ejemplo ampliar las formas de encuentro y ejercicio de su sexualidad compartida, desgenitalizando las relaciones e involucrando todos los sentidos en un marco de respeto mutuo, romper los guiones sexuales, desmontar las imposturas.

Para finalizar, considero que los beneficios del desarrollo de una sexualidad saludable en el curso de las trayectorias vitales, permite a las personas elevar la calidad de vida actuando como un factor protector de la salud integral. Para disfrutar de una manera plena la sexualidad se puede considerar útil que cada persona se conozca, se quiera, se respete, y se responsabilice por el autocuidado y el placer propio.

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