Aniversario Villa Nueva

Breve anecdotario villanovense

La ciudad contiene miles de anécdotas y relatos que se repiten de boca en boca. Cantantes víctimas de la inseguridad, bares sin televisión, inventores de vehículos vanguardistas. Aquí, algunas transcriptas con el fin de que no se las lleve el paso de los años

 

 

Las queridas “mellis”

¿Quién no ha sido sorprendido o se ha encontrado por las calles a dos hermanas de cabello cano dueñas de un andar  muy particular?

Antes dos, ahora lamentablemente solo una.  María Cristina Neyra dejó de existir en julio del año pasado. Aún así, Carmen, hoy con 73 años, sigue recorriendo la senda de la vida con el amor que día a día le da toda la sociedad. “Ellas son muy cariñosas”, aportó una vecina en su momento.  A veces en el Hogar de Día, otras en cada una de las veredas villanovenses, pero siempre con un amor muy particular. De más está decir la enorme cantidad de anécdotas que hay en torno a cada una de ellas, todas cómicas, todas con picardía y una alegría que las lleva a identificarse con la localidad.

¿Qué comieron hoy?, era la pregunta que muchos pequeños le hacían al momento de encontrárselas por la calle mientras ellas retornaban de  su almuerzo. La picardía, la rapidez o incluso hasta lo osado de sus respuestas eran blanco de risa para los adolescentes (hoy adultos) de la localidad.  

 

El bar que no tenía TV

¿Cómo caminar por la ciudad sin tropezarse y caer adentro de alguna bar? Esa es la pregunta. Si algo tiene la camaradería y las costumbres villanoveses son las de agruparse en alguna mesa pequeñita de algún bar a tratar de arreglar el país (o por lo menos actualizar las cuestiones).

Espacios conocidos y celebrados desde siempre. Aprovechados cuando llega el crepúsculo de algún sábado o refugio clave para ir a ver los partidos codificados de nuestro fútbol argentino.

Pero en el recuerdo de todos ellos había uno en particular. Conocido durante mucho tiempo y con innumerables personajes dando vueltas. El Taca es el nombre del dueño y también del bar. Un espacio más bien pequeño que estuvo ubicado hasta no hace muchos años en la esquina de Comercio e Independencia.  El, hincha de Boca, solía cruzarse de cantina (y de barra) para ir a ver los encuentros. Pero su decisión de ver cómo le iba a “Boquita” no tenía solamente con el hecho de su asistencia, sino que también debía cerrar su bar para hacer lo demás en consecuencia.

“Ya no compro más televisores: me robaron como tres”, definió alguna vez el señor, que se había hartado de ser víctima de los ladrones.

Pero el Taca, además de su cartel característico de “Almuerce o cene”, tenía otro de los grandes divertimentos: la competencia de tabas. Allí, los señores mayores solían jugar y apostar. Bien sabido es que para dejar dinero en “el pozo” los casuales participantes suelen tirar el dinero al piso creando un montoncito. Pero un día la cosa se puso peluda. Un muchacho, que no sabía mucho de tabas y no había visitado mucho el bar, pensó que se encontró el dinero en el suelo, lo alzó y les invitó un trago a todos los que lo acompañaban. ¿Hace falta contar que pasó afuera cuando vieron que el “pozo” no estaba? Aparentemente no.

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