Aniversario Villa Nueva

El gen villanovense

No hace falta muchos signos o definiciones brindadas por un sujeto para poder reconocer que el mismo es oriundo de Villa Nueva.

Hay actitudes, modos, formas, usos y costumbres que definen a un villanovense de pura cepa de cualquier otro. Es como si nos tomáramos el atrevimiento de hablar de los genes. De células u organismos que conforman a los habitantes. Tal vez posean un corazón que late un poquito más rápido cuando llega el carnaval, escucha a un cantante de folclore diciendo “¡adentro!” o cuando escucha un silbato de fútbol. 

Y es contagioso. Hay quienes tras un par de años terminan tomando nuevas actitudes y les cuesta volver al pago sin extrañar un poquito las calles Belgrano, Carranza, Libertad y Marcos Juárez.

El villanovense es completamente divisable. Es como si un halo lo cubriera, como si una luz especial lo anunciara a tal punto de que podría ser distinguido entre cientos, o entre miles. Podría caminar por el medio de la misma ciudad de Estocolmo y sería divisado de manera inconfundible.

-¿Vos sos de Villa Nueva?, le dirían. Y él respondería con una sonrisa grandota.

Existen varias cosas respecto a las que un nacido en la ciudad puede diferenciarse de otro. La edad, el apellido, el nombre, los gustos y hasta el barrio; más no las pasiones. Porque son así. Son más las cuestiones que los hermanan y reúnen. Cosas que definen al habitante de la tierra del folclore, el carnaval, el desfile patrio y el fútbol que respiran ellas y ellos.

Todo eso es Villa Nueva. Que es ciudad, pero es pueblo. Que es cada vez más grande, pero sigue siendo ese pago chico, esa querencia.

Con sus personajes, con sus emblemas, con sus iglesias, sus escuelas y sus las largas calles. 

Sepa lector que sumar estas características no tiene que ver con decir que otros vecinos de otras localidades no las posean, pero, usted me entiende...

El autor

 

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